Violinista zaragozano. Fue infantico antes que músico. Tocó en la compañía de Sara Baras antes de descubrir su sueño en las pequeñas salas. Ahora prepara disco para otoño, con The Swing Machine, y con sus creaciones más personales.

-¡Ha aprovechado el confinamiento!

-Cuando llegó el confinamiento y empezaron a llegar las cancelaciones, creímos que lo mejor era centrarnos en el público, en componer, en ofrecer vídeos… En hacer esas cosas para las que antes no teníamos tiempo. Era nuestra manera de decir a la gente: “mira, nosotros vamos a seguir tocando, como los músicos del Titanic, que es lo que sabemos hacer”. (risas)

-Participó en Labordeta Confinado, ha hecho unos vídeos maravillosos con su música y el ilustrador Juanjo Contreras… Y hasta le ha dado tiempo de crear una “gorra virtual” para pasarla por redes.

-Lo de la gorra virtual fue una forma de visibilizar el trabajo del artista, el valor de la creación… Es un trabajo que, por suerte, en este confinamiento se ha visto. Traté de fomentar algo tan sencillo como poder dedicarme a esto, que es mi trabajo. La música, el teatro y el cine generan una identidad para un país, para una región. Todo lo que se genera alrededor del arte es un bien para la sociedad.

-¡Ahora están retomando conciertos!

-¡Sí! Estamos retomando con Zenet, con los grupos de swing que tengo... Y con todas las medidas de seguridad. Aunque salga mucho más cara la producción de un concierto, ¡había tantas ganas! Yo he tocado mucho en calle y todo lo online lo llevo fatal. Ahora lo malo es que, cuando ves al público con mascarilla, no sabes si sonríen o no. ¡Es inquietante! (risas) Estoy aprendiendo a ver la sonrisa en los ojos.

Otoño viene con un par de discos.

-Swing Machine Orchestra tenía un disco para marzo que retrasamos a octubre. Y con mi música, como Raúl Márquez, también estoy empezando a grabar y, probablemente, lanzaremos en la misma época. Estoy buscando formatos diferentes acompañados de imágenes, como lo que hice con Juanjo Contreras, y más enfocado a la música cinematográfica.

Ya ha compuesto piezas de ese estilo

-Para compañías de flamenco, teatro… O para un proyecto que hicimos con el Reina Sofía para poner música al Guernica. Es un camino muy interesante que, con el confinamiento, he podido retomar.

Este año no podrán hacer el Folclore Vivo de Las Parras de San Martín…

-Tenemos pensada una acción alternativa al festival, que había iniciado un camino muy bonito recuperando, incluso, canciones antiguas, entre nanas, jotas, paloteaos... Es un mural de cinco metros con una artista que se llama Marta Lapeña, mostrando la parte más interesante del pueblo y sus tradiciones. Pero veremos...

-Por cierto, ¡sus raíces son de allí!

-Yo soy de Zaragoza pero mi madre es de allí. Y mi padre, de Palomar de Arroyos. Estoy muy unido a la zona.

-Su primer contacto con la música se produce en los Infanticos del Pilar.

-Estuve allí 5 años. Además de estudiar, daba clase de música, de solfeo… Y después empecé a tocar el piano, violín. Fue una época increíble. Estábamos internos a diez metros del Pilar. Yo recuerdo estar todo el día investigando por los túneles y por las habitaciones. Me encantaba.

-Salió de allí a los 14 años… ¿Cómo acabó tocando para Sara Baras?

-Bueno, antes hice la Ruta Quetzal, con Miguel de la Quadra Salcedo... Yo era músico, pero me seleccionaron porque hice una maqueta de una iglesia precolombina y me seleccionaron. ¡Y eso me abrió el mundo! Al volver, empecé a tocar por la calle en ciudades y acabé en Madrid, donde conocí a la compañía de Sara Baras y me quedé. Y después Cortés, y Amargo, musicales como Chicago...

Sabina y Rozalén… Pero nunca dejó de sus proyectos.

-Con todos conocí grandes salas, pero me dí cuenta de que necesitaba sentirme identificado tocando mi propia música en sitios más pequeños. Y así surgieron proyectos como Swing Machine Orchestra, que es divertidísima.

-¿Este verano pasará por Aragón?

-¡Aquí estamos si nos quieres llamar! (risas) Este verano han surgido cosas muy interesantes como la gira con Zenet. O el proyecto La Calle Suena de Madrid, plataforma de músicos de calle. Hemos conseguido diferentes conciertos al aire libre, que se hacen casi sin anunciarse, para dar buena energía a las ciudades. En noviembre iré a Zaragoza, con Jazz Al Margen.

¿Echa de menos su ciudad?

-Ir a ensayar a Sementales, donde tenían el local Los Héroes, la calle. Noto cierta conexión de vuelta a mi tierra. Zaragoza es una ciudad fabulosa para vivir y hay mucho núcleo cultural. Lo que a veces no hay es una salida para vivir de la cultura.