Hostelero y pintor, regenta el bar La Cocó, en la calle Escultor Palao de Zaragoza, y ha reinterpretado a Goya y a otros artistas con sus pinceles. Algunas de sus obras y otras piezas se pueden disfrutar en el mismo establecimiento.

-Hostelero y, además, pintor que reinterpreta a Goya…

-Sí, uno de los grandes con Canaletto. Los impresionistas también me gustan mucho pero a Goya no se le ha dado la dimensión que tiene a nivel mundial. Si esto fuera Japón, lo tendríamos en un pedestal. He plasmado alguna de sus obras, como la que aparece en la foto, que es Marianito, el nieto del pintor. Hubo mucha polémica con él, si era obra suya o no, hasta que demostraron que sí.

-La hostelería y la pintura, ¿guardan más relación de la que parece?

-Quizás sí. Aunque yo estoy hecho a mí mismo, soy pintor autodidacta. En el mundo de la hostelería, en el que llevo 40 años, me he tenido que formar a mí mismo también. He estado en todo tipo de establecimientos, he regentado, he estado de camarero… tengo bastante mundo en la hostelería.

-Comer bien también es un arte…

-Por supuesto. Tratamos de dar a nuestro amigo y cliente que entra al establecimiento lo mejor, y más en estos tiempos que corren.

-El local de La Cocó es un pequeño museo, ¿no es así?

-Sí, tenemos varias obras allí que hemos ido adquiriendo o que nos han regalado los amigos y clientes y hemos hecho un pequeño rincón de arte. La gente viene aquí, no hay televisión, se sumergen en una burbuja, pierden la noción del tiempo y nos lo reconocen. Se olvidan de la realidad desgraciada de estos tiempos.

-Ya el propio nombre evoca a la cabaretera…

-Eso nos han dicho, que hubo una cabaretera en la calle. Realmente el nombre lo puso mi señora, Mercedes. Tuvimos una perrita que se llamaba Cocó.

-¿Cómo surgió esta idea de reinterpretar los cuadros de Goya?

- Por merecimiento propio. Soy un admirador de él, guardo varios libros de su obra. Quería reconocerlo un poco. Pienso que la cultura es uno de los motores para el desarrollo del ser humano, es la base de los pueblos y, en consecuencia, ahora más que nunca, el individuo lo que necesita a través de la cultura es alimentar su alma, ya que la soledad de la pandemia ha aumentado los casos de ansiedad y depresión. En La Cocó procuramos que cada día sea una fiesta, a pesar de la que está cayendo. Quiero mandar un mensaje de esperanza y que la gente visite teatros y museos. Y dentro de la responsabilidad del individuo, que se divierta.

-Si le dieran a elegir, ¿con qué se quedaría, con un pincel o con una buena tapa?

- Con las dos, para inspirarme. Son dos amores, la hostelería me ha dado clases de humanismo y me ha hecho persona. He conocido a grandes personas detrás de la barra y aprendido mucho, sobre todo a escuchar. Es muy importante que el camarero sepa escuchar al cliente. Siempre respetamos la intimidad de cada individuo, pero sabemos de todo de nuestros clientes porque se descarnan. La mayor honra de un buen hostelero es saber callar.

-¿Un mensaje para estos tiempos?

-Epicteto nos decía que no hay que tener miedo de la pobreza, ni del destierro, ni de la cárcel ni de la muerte. De lo que hay que tener miedo es del propio miedo.