Jefe de sección de Energía y Medio Ambiente de la Oficina Verde de la Universidad de Zaragoza que acaba de concluir una campaña de recogida de móviles antiguos para la investigación de enfermedades raras.

—¿De dónde surge esta iniciativa?

—Vino de un problema que teníamos y es que debido a la licitación de una nueva compañía de telefonía móvil en la universidad tenía que hacerse la sustitución de teléfonos. Y lo que nosotros no queríamos desde el punto de vista medio ambiental era que esos teléfonos viejos acabasen en un cajón. Así que dijimos: vamos a recogerlos y a investigar qué podemos hacer con ellos. Y así llegamos a la Fundación Llamada solidaria que se ofreció a recogerlos y nos garantizaba que los destruían coherentemente separando las piezas más valiosas. Y, además, nos explicaron que iban a sacar un rédito económico, medio euro por teléfono, para donarlo a la investigación de enfermedades raras. Así que, en cierta manera, ese dinero vuelve a la universidad.

—Convertir un problema en una oportunidad.

—Además, lo bueno fue que lo contamos en la comunidad universitaria pero llegó enseguida fuera y nos pusimos muy contentos porque ciudadanos y gente de Zaragoza empezaron a ofrecerse a entregar teléfonos.

—¿Cuántos móviles han recogido?

—Más o menos superaremos los 300 o 400 móviles. Además, ha sido muy bonito sacar y ver los teléfonos móviles porque es la historia de lo que ha sido el aparato, hasta el punto de que el museo tecnológico de la universidad nos ha pedido un par de teléfonos antiguos para guardarlos.

—Es, además, un proyecto que está en la línea de la Oficina Verde de la Universidad de Zaragoza.

—Totalmente, mira, el martes se aprobó en Consejo de Gobierno de la Universidad de Zaragoza que los Objetivos de Desarrollo Sostenible van a ser la piedra angular de la universidad y que íbamos a hacer todas las actuaciones conforme a ellos: la economía circular, la utilización de los recursos y, por supuesto, potenciar la parte social de los proyectos.

—La economía circular está cada vez más en auge pero ¿hace falta educación?

—También y en realidad es una educación que hemos perdido. Muchas veces cuando hacemos la caravana universitaria por los pueblos la gente mayor nos cuenta que ellos reutilizan, nos explican que con el aceite hacen jabón y ahora, a nosotros, no se nos ocurre más que usar y tirar. Nos falta educación y comprar cosas reutilizadas.

—¿Qué importancia debe tener la universidad en esto?

—Tiene que ser el motor del cambio. Y un ejemplo de esta economía circular es nuestra nueva Facultad de Filosofía. En el pliego añadimos la valorización de los recursos, que se les dé una segunda vida y además, que de entre los materiales nuevos, que la parte que sea posible sean reciclados. Todo el mundo tiene la idea equívoca de que reciclar o revalorizar es más caro.

—¿Por qué se tiene esa idea?

—Es el miedo a lo desconocido igual que cuando se dice que si es reciclado es peor. Eso hace que en un proyecto grande te argumenten que va a ser más caro cuando solo hay que cambiar el chip.