La artista que se esconde detrás de Tulsa inauguró hace diez días el verano del Centro de Arte y Tecnología Etopia de Zaragoza junto al poeta Alejandro Simón Partal con el concierto recital ‘Centauros vivos’.

—¿De dónde surge su colaboración con Alejandro Simón Partal?

—De la amistad y la admiración mutua. Hubo una cosa muy determinante y fue que hicimos el ciclo Tenemos la palabra con la Diputación de Córdoba en el que músicos y poetas compartíamos escenario, no me tocó con Alejandro sino con Juanma Romero pero sí hicimos un apéndice en Estepona los tres. Eso fue el germen de la continuación. Así que, ahora, en lugar de vernos y ya está, además leemos unos poemas y tocamos unas canciones.

—Tengo la sensación de que no deja de ser una salida natural, mezclar su música con la poesía.

—No sé si la música pero al final el entorno personal te lleva a unirte y a querer conocer a gente que te estimula, admiras… De hecho, allí empecé a fantasear con hacer un disco de poetas de mi generación como un diálogo con los poemas, no musicarlo porque es algo que he decidido no hacer porque el lenguaje claramente es otro. Cuando musicas un poema siempre hay palabras que te chirrían dentro del lenguaje del pop.

—¿Tan difícil es musicar poemas?

—Es muy fácil musicar un poema si quieres pero en seguida te das cuenta que está muy encorsetado. Es muy parecido por un lado pero por otro es claramente diferente. Cuando lo haces te das cuenta de que estás en una misma autopista pero en un carril diferente. Hay unas cosas que fluyen muy bien pero otras que ves que en el pop no tienen un pase, el pop necesita que sea algo más llano.

—¿No está muy pervertido el término pop?

—Es verdad que es un término muy confuso porque engloba muchas cosas. Hay varias capas en las palabras, ahora muchas veces se relaciona con lo más frívolo y para mí pop es popular.

—¿En qué momento se encuentra? Lo digo porque siempre parece que va a despuntar y nunca acaba de hacerlo o quizá es que todo depende de la manera de medir el éxito.

—Muchos amigos me han dicho que me he ido autoboicoteando un poco, que me he ido autofrenando porque a lo mejor me espanta la cosa de que haya algo que se me va un poco de las manos. Para mí el santuario es hacer lo que quiero en cada momento. Cuando ya empiezan a intervenir otros factores, enseguida me incomoda y huyo y tengo una parte que entonces destruye lo que parece que va a ser una senda previsible. Pero yo estoy muy contenta en la medida que pueda hacer discos y llevarlos al directo.

—¿Sigue dedicándose a la psiquiatría?

—Sí, menos pero sí. Al principio lo tenía separado y me ponía muy nerviosa que se juntaran, parte de mis huidas era por eso. Lo que me permite la otra profesión es no depender de algunas cosas que creo que me esclavizarían mucho en la música porque siendo muy realistas si te va muy bien eres muy libre, pero si te va regular no eres nada libre. No estoy diciendo que no crea en la profesionalización, solo que es como si tuviera dos profesiones, me angustiaría mucho depender exclusivamente de algunos factores que hay en la música.