Empezó bailando con 3 años y no ha parado. Esta madrileña que llegó a Zaragoza por amor dirige la escuela Dance&Style. Esta tarde vuelve a estar al frente de ‘Dance for África’, gala por Unicef que cumple 10 años en el Principal.

-Esta tarde, celebran de nuevo su gala ‘Dance for África’, una iniciativa solidaria que reúne a diferentes escuelas, encabezadas por la suya.

-Es nuestro décimo aniversario de la gala. Estoy súper orgullosa de esta iniciativa. Y hoy volvemos a salir al escenario. Además, el teatro Principal, que nos acoge, ha vuelto a llenarse otra vez. Tenemos suerte de poder estar ahí y de poder contar con tanto público.

-¿Cómo nació esta propuesta?

-Acababa de llegar a Zaragoza y tenía muchas ganas de hacer cosas. Empecé a ponerme en contacto con otras escuelas de danza, con mi proyecto en la mano, diciéndoles si se querían unir a esta iniciativa. Y cuando lo tuve todo atado, me fui a hablar con Unicef, donde me recibieron con los brazos abiertos. A partir de ahí fuimos avanzando poco a poco... Y mira dónde hemos llegado.

-Su academia ha abierto camino para los amantes de los bailes urbanos en Aragón. ¿Este era su sueño?

-Yo estaba en Madrid. Me enamoré y acabé en Zaragoza. Y cuando llegué, ví que había pocas cosas relacionadas con este tipo de estilos. Así que dije: «Esta es la mía». Me cogí una salita al principio y empecé a dar clases. Pero ahora ya tenemos 400 alumnos, así que es como un pequeño colegio urbano (risas).

-Vino siguiendo a su amor, Diogo, cuando él fichó por el Zaragoza, pero ahora es él el que le acompaña...

-(risas) Sí, eso es lo bonito. Todo son épocas. Ahora le toca a él acompañarme en las cosas que organizamos.

-Realmente, hay mucha afición. Competiciones, eventos... Lo llenan todo.

-Esto es todo un mundo. A nivel profesional con danza, teatro, una compañía de danza en la calle... También es muy importante que los niños pequeños que empiezan a bailar vean una proyección en esto e incluso una salida profesional, para quien se quiera dedicar a ello. Es importante crear un ejemplo que les enseñe que si quieren, pueden.

-¿Usted cómo empezó en este mundo?

-¡Con tres años! Mi madre era profesora de danza y mi padre, dj. Imagínate. Llevaba la música en las venas. Y bailé siempre, salvo algún pequeño paréntesis, aunque es cierto que yo empecé con la danza clásica y tuve que ir descubriendo otros estilos poco a poco. Con 15 años, ya estaba dando clase a gente que me doblaba la edad.

-Aunque ahora dirige la escuela, la he visto bailar en el Slap Festival... O en la cabalgata de ayer. ¿Qué siente cuándo lo hace?

-Mi vida es música, desde que me levanto. Cuando no estoy ensayando, estoy viajando, buscando nuevos movimientos, viendo vídeos que tienen que ver con el baile. Cuando consigues hacer de tu vocación tu profesión, cuando trabajas en lo que te gusta, esto es lo que ocurre. Cruzas el límite de lo que es una profesión. Y la danza para mí es eso. Así que es esa pasión lo que intento transmitir, también a nuestros alumnos. Pasan muchas personas por nuestras manos y a veces no nos damos cuenta de lo cruciales que somos, especialmente, en épocas como la adolescencia. Es precioso.