La barcelonesa perdió la vista y el olfato en 2010 y desde entonces no ha dejado de superar retos. Su último logro es el ascenso del Aneto acompañada y guiada por los profesionales Stefi Troguet y Ferrán Latorre.

¿Por qué el Aneto?

En julio, para conmemorar el décimo aniversario del accidente, subí la Pica d'Estats con mi mejor amigo. Para mí, los obstáculos de la Pica representaban estos diez años en los que he tenido momentos de todo tipo. Ver que podía con eso hizo que me replanteara otros retos, como el Aneto, que lo tenía previsto de cara al 2021 hasta que en septiembre Eninter Ascensoresme me brindó la oportunidad de hacerlo.

¿Cómo reaccionó su entorno?

Al principio mi amigo me advertía: «María, no podrás, el paso de Mahoma es muy complicado». Pero cuando me propusieron subir me dijeron que estaría guiada por Stefi Troguet y Ferrán Latorre, dos alpinistas excepcionales, y no me lo pensé dos veces.

¿Cómo fueron sus sensaciones previas?

Tenía miedos. Creo que si no los tuviera sería una persona muy inconsciente. Llevábamos unas semanas con un tiempo horroroso. Además, un amigo fue y a los 2.200 metros tuvo que volver. «María, si subes así al Aneto te vas a congelar», me aseguró. Las temperaturas marcaban que el pico estaba a -18 grados, entonces pasé de tener temor a la montaña a tenerlo a la climatología.

Al final el tiempo les dio la oportunidad…

Sí. Vimos que había una ventana de buen tiempo el día 8, así que fuimos a Benasque el día 7. Allí conocí a Ferrán y Stefi, con quien tuve buena complicidad desde el primer momento. Era un desafío para los tres, ellos nunca habían guiado a una persona ciega y aún con esta característica nunca sabes qué tipo de capacidades va a tener.

¿Cómo fue ese día?

Salimos muy pronto, yo llevaba 100 metros con ellos y ya sentía que los conocía. Soy consciente de que subí al Aneto con los mejores ojos posibles. Al final, si yo tenía el físico no me hacía falta nada más. En ningún momento pensé «no voy a poder». Hubo un tramo clave ya que era un espacio muy vertical, era complicado y ahí fue cuando Ferrán vio que tenía las aptitudes. Llegamos a la cima a medio día y regresamos a la base sobre las 21.00 horas.

¿Qué le pareció el Aneto?

Aunque no podía buscar fotografías o vídeos en Internet para saber cómo era, sí que estuve investigando, pero hasta que no llegué allí no supe lo que había. Ahora puedo hablar en propiedad y decir que es un pico para gente que está preparada. Me gustó que hubiera tramos de todo tipo: algunos nevados, otros con rocas diferentes, sonidos de vegetación, ríos, pájaros… Encuentras distintas sensaciones durante el recorrido.

¿Cómo fue el descenso?

Fue la peor parte, durísimo. La nieve estaba muy blanda entonces cada dos pasos se nos hundían las piernas. Además, los ríos fueron terribles durante la bajada. Aún así, fue mi parte favorita porque aún con el cansancio y las malas condiciones hicimos mucho equipo y hubo una capacidad de gestión increíble. Yo creo en momentos de tensión como estos es importantísimo tener esa capacidad de resolver conflictos, independientemente de tus características.