La primera participación del nuevo partido de ultraderecha, Vox, en los entresijos de la política española se ha orquestado en Andalucía. Muchos españoles han puesto por primera vez cara y ojos a los representantes de esta formación, hasta ahora marginal y muy desconocida.

En la campaña andaluza, Vox alzó su estridente voz contra las autonomías. No solo contra el cortijo de Andalucía, sino contra todas ellas y, por extensión, contra un Estado autonómico cuyas democráticas costuras rechazan, aspirando a coser un nuevo modelo desde un diseño centralista.

Sin embargo, en sus negociaciones con PP y Ciudadanos, Vox no ha puesto sobre la mesa la exigencia de diluir, eliminar o aplicar a la autonomía andaluza el artículo 155. Tácitamente, por lo tanto, y contradiciendo su mensaje de campaña, ha aceptado la existencia presente y futura de un gobierno autonómico con el que cooperar, votar o reformar lo que sea. ¿Se trata de un primer paso hacia una futura integración de Vox en el seno de los partidos constitucionalistas y democráticos? ¿Se trata de un truco, de un error de estrategia por parte de los delegados andaluces de Santiago Abascal, de un espejismo? ¿O, por el contrario, el lobo ha escondido sus orejas tras el capuchón de la abuelita?

Pronto lo sabremos, pues en breve, en mayo, llegarán otras elecciones, las europeas, municipales y autonómicas, donde Vox, además de participar, tendrá que concretar bastante más sus ideas y propuestas de gobierno.

¿Cuáles serán? ¿Las de una España sin autonomías, una, grande y libre, como en el franquismo? ¿Las de una república centralizada (pues nada sabemos de la posición de Vox con respecto a la monarquía)? ¿La de un régimen presidencialista, con enorme concentración de poderes y limitación de los derechos públicos?

Sería de desear, aunque fácil no parece, que Vox vaya aprendiendo a respetar los comportamientos propios de la democracia, a integrarse con naturalidad en alianzas y gobiernos, y a compartir proyectos de futuro. Aislarse en un arco ideológico anacrónico y extremista no les conducirá ni nos llevará a otra cosa que a una indeseable tensión.