Zelia Lanaspa dirige la compañía MikrÓpera que acaba de cumplir diez años acercando el género a los más pequeños. Acaba de estrenar ‘LyriBélula’, un espectáculo dirigido en esta ocasión hacia un público adulto.

—Diez años de MikrÓpera, ¿cómo empezó esta pequeña locura?

—Cuando concluimos el Conservatorio con un grupo de amigos nos planteamos qué hacer entonces después de estar un montón de años estudiando y con una gran ilusión y una pasión. ¿Por qué no hacemos algo así pequeñito y también acercando la ópera a los niños? Elegimos una ópera que la temática ya era para niños, Hansel y Gretel, y tras pegarnos un año y pico preparándola, nació esta ópera de bolsillo.

—¿Dudaban si a los niños les iba a gustar?

— Era una gran incógnita. ¿Les gustaría a los niños una señora de gran tamaño dando gritos? Hay mucho prejuicio y clasismo. Como digo en el último montaje, la música clásica es muy clásica pero la ópera ya ¡te mueres! En esa primera adaptación fuimos bastante clásicos, cogimos una ópera que dura dos horas y media, la tradujimos al castellano, seleccionamos los números más bonitos de cara al público y lo dejamos en 55 minutos. El resultado fue alucinante, no nos lo podíamos creer. Los niños se quedaban embobados escuchando las voces líricas. Pensábamos que iba a ser un poco más difícil y que los niños no iban a conectar tanto. Tal fue así que al año siguiente estrenamos nuestra segunda producción, ¿Hormiga o zigarra? con música de las Bodas de Fígaro, de Mozart.

—¿Existía este tipo de propuesta?

—Había algunas propuestas de acercar la ópera a los niños sobre todo en grandes ciudades y por grandes instituciones pero en Aragón fuimos los pioneros. Luego ha habido alguna cosa pero aguantar diez años es una barbaridad. Lo hemos hecho a trancas y barrancas pero ahí estamos.

—¿Cuál es el secreto?

—Que funciona. A la gente le gusta mucho y en la mayoría de sitios a los que vamos repetimos. En Málaga hemos estado cuatro temporadas de teatro infantil del ayuntamiento en el Teatro Echegaray. No tendría sentido que hiciéramos algo que no gustara.

—¿Cómo eligen sus obras?

—Cogemos los cuentos originales, les damos una vueltecica y los adaptamos a la realidad del siglo XXI. Hay muchas lecturas para las obras, los niños se quedarán con la música, con el colorido y luces, con algún mensajico pero para los papás también hay lecturas muy interesantes para todas las edades.

—¿Al ser un formato pequeño aguantaron mejor la crisis?

—Se notó una barbaridad... En Hansel y Gretel estábamos cinco en escena y dos técnicos y desde entonces hemos ido reduciendo el número. Sobrevivimos porque tenemos mucha pasión y si a la gente le gusta, no te importa meter horas para sacar el espectáculo, tenemos una recompensa emocional muy potente. Hacemos lo que nos toca el corazón, lo que nos conmueve y lo que nos emociona.

—¿Cuánto espectáculos han hecho?

—Ocho, seis para público infantil y familiar y dos para público joven y adulto. Ahora tenemos en activo tres espectáculos: Caperucita Roja, Sirenikas y LyriBélula.