Los poetas muchas veces se detienen y se recrean en las horas previas al oscurecer y al hacerse de noche. Nos describen paisajes que con el ocaso cambian las formas y los colores y se convierten en un sitio tal vez diferente, tal vez un poco más mágico, un poco más solitario, hasta más místico.

Ellos nos contaron que los atardeceres en el Bósforo son de lo más bonito que tiene el planeta. También, ver el atardecer desde la Alhambra, nos dijeron un día que es diferente al de los demás lugares.

Los literatos eligieron donde querían ver atardecer para contarlo, y así, quienes lo leemos, mitificamos el lugar y se nos antoja tremendamente elegante, rodeado de sensaciones indescriptibles e intangibles.

A nosotros, los pastores, nos dijo Virgilio: "Que felices serían, si supieran que son felices", nunca elegimos el sitio desde donde contemplar como la tarde desaparece, con una lentitud imperceptible, y nos pone en el umbral de la noche inequívoca y silenciosamente parda y negra, como las fauces de un animal salvaje, o como lo siniestro de un embuste.

Nos rodean sin querer, los últimos minutos de un día que expira, donde en ocasiones está todo tan quieto que parece que somos un náufrago en mitad de un campo. Un ser sin otra morada que el monte, un habitante de una tierra despoblada, en un otoño que muda los colores, que arranca las hojas de los árboles y que, a veces, en un cielo misterioso y taciturno, muestra jirones de nubes rojas, como si fuera el desgarro que todos llevamos dentro, como si fueran trozos de carne arrancada por una boca de perros callejeros.

Contemplamos por un momento el último espectáculo gratuito del día, con un sol ya invisible, dubitativo, que tiene la gentileza de enviar el último rayo por encima del paisaje, por encima del horizonte, para crear una sensación de sinfonía perfecta, que parece que quiere despedirse hasta el día siguiente, donde aparecerá una vez más, con la fuerza del fuego de Vulcano y una vez más se irá como hoy, produciendo una sensación nueva.

Y entonces, nosotros los pastores, seguiremos sin saber que somos felices. Sin más, sean ustedes felices.