A veces la orografía es caprichosa y dibuja, sin saberlo, lugares que más parecen morada de habitantes divinos, que una forma más del campo, un dibujo más del monte. Se convierten en inspiración del pueblo que los contempla, y parece que una voz inexistente les invita a fabular.

Un sitio de estos es un cortado de roca caliza y una fuente que, en forma de sugerencias, mana con la misma constancia siempre, a la misma temperatura, resultando agradable en cualquiera de las estaciones.

Una fuente, rodeada de hierva verde, con olor a menta, con un agua que discurre cautelosa, mansa mente, en silencio, como si pretendiera deleitar a quien se acerca mas que en erigirse en río. Aquí, se cuenta, aunque no se sabe muy bien cuando, que un joven con frecuencia se acercaba para tumbarse sobre la hierba y vigilar los halcones que anidaban en lo alto del farallón que cobijaba aquella fuente.

Este muchacho apuesto y gallardo estaba comprometido con una moza muy guapa del lugar, hasta que la casualidad hizo que otra muchacha que acababa de abandonar la niñez y tan solo contaba con quince años, se enamorase perdidamente de él, de esa forma tan desmedida que tiene de enamorarse una mujer adolescente. Era tanto lo que sentía por él, que esperaba a que se marchase de aquel lugar para luego ir ella y sentarse en la misma hierba en la que él se sentaba y tocar las mismas cosas que él tocaba, hasta que desaparecían los colores, se apoderaba la noche de todo y sentía miedo de las sombras alargadas.

Una tarde, que apuró un poco más y se quedó hasta bien entrada la noche por estar más rato en la instancia mágica donde estuvo antes a quien tanto amaba en silencio, sintió que una voz le hablaba desde no sabía bien donde. Era la voz de un nigromante, que viendo como lloraba la joven, al sentir tanto amor por quién ya estaba comprometido, se apiadó de ella y le dijo: "Ve tu primero, bebe de la fuente y cuando el beba después, se enamorará de ti".

A los pocos días, así paso. Ella fue primera a aquel lugar donde su amado contemplaba los halcones y, cuando llegó él, se sorprendió de hallar allí a aquella chiquilla de piel morena, con la que nunca había hablado hasta entonces. Ella hasta hacía poco solo jugaba y correteaba por las calles de su pueblo, aunque ese día aparecía ante él con los rasgos bien definidos de mujer. Arriesgándose a seguir el consejo de la voz difusa del nigromante, posó los labios rojos sobre el agua mansa y luego mientras el corazón le palpitaba más que nunca en su vida, con voz dulce mientras miraba a su amado, dijo: "Bebe. El, sin saber porque, bebió. Cuando levantó la cabeza, le pareció que los ojos de la mujer que tenía enfrente brillaban más que nada en el mundo. Sintió que nunca hasta entonces había ante él tenido algo tan bonito.

Así pues, una fuerza desconocida para los dos les forzó a abrazarse, a verse cada tarde. El dejó a su antigua novia. Las gentes creyeron que era pecado y desde entonces se le llama la fuente del pecado. Aunque luego se contó que nunca una pareja fue tan feliz y vivió tan a gusto el uno con el otro. A veces hay quién dice que hasta ahora puede oírse la voz de algún nigromante. Que la fuente aún tiene el poder de enamorar a quien bebe, después de beber quien le ama.