Fuentes, bosques y campos. Sol, luna y estrellas. Tuvisteis otros nombres... Tiricantam berkunetakam tokoitskue sarkinio. Así hablaban los celtíberos que habitaban estas tierras.

Las voces solemnes de los narradores sonaron en la plaza mayor de Mara para contar lo que ocurrió el 23 de agosto del 153 antes de Cristo, día de Vulcano, en que el ejército romano formado por 30.000 hombres al mando del cónsul Nobilior sufrió una derrota ante la fuerza celtibérica al mando de Caro de Ségeda, compuesta por 20.000 infantes y 5.000 jinetes segedanos y numantinos. Y en medio de cientos de personas se representó aquella batalla.

"Ségeda. Hoy tus ruinas vuelven a la luz. Poco a poco, el sudario que te envolvía se levanta". En esa plaza cuadrada de Mara, en torno a la fuente arbolada de piedra, se disponían desde la mañana los puestos del mercado celtíbero: alimentos, bisutería, especias, tinajas y armas. Arqueólogos, titiriteros y vecinos vestidos de indígenas prerromanos hicieron que el valle del Perejiles, en la comarca de Calatayud mirara a la historia como algo propio.

Mara tenía 900 habitantes en los años 40 del siglo pasado cuando Cosme Aguirre, un vecino propietario de El Poyo, señalara que cuando iba a aquel cerro con las mulas, sentía como que no estaba sólido, que había demasiados agujeros. Y el pueblo siempre había tenido la impresión de que aquel montículo se diferenciaba del resto sobre el paisaje calizo, porque "parecía hecho de relleno".

Lo recordaba una nieta de Cosme, Lola Aguirre, que competía en el concurso gastronómico de tradición celtibérica con unas codornices montaraces al estilo celta , frente a otros platos como Higos a la segedana , unos Huevos bobos o un postre de hoja de borraja, entre otras viandas en cazuelas de barro sobre un mantel morado que se desplegaba ante la fachada del ayuntamiento.

No faltaron los especialistas. Javier Fanlo, de Muel, explicaba en un puesto de vasijas rojas y negras, que imitaban le cerámica celtíbera, que el negro se lograba por el simple procedimiento de tapar la boca del horno para que no entrara el aire: "El fuego busca entonces los átomos de oxígeno que tiene en sus moléculas en barro y se los roba para seguir vivo. El barro se queda entonces negro". Mostraba ejemplos de la reducción en fragmentos del campaniense de la época. En una atmósfera oxigenada, los cacharros salen del horno con colores rojos.

La mañana era de domingo, de sol y de gente. Estudiantes de arqueología como Silvia, de la Autónoma de Madrid y Elena de la Universidad de Jaén pintaban nombres de los visitantes en caracteres indígenas sobre unas tablillas:

--¿Cómo te llamas?--David.--¿La quieres amarilla o roja?--Roja.Y ellas marcaban con los pinceles una X mayúscula que equivale en celtíbero a la sílaba da , seguían con un signo parecido a un patíbulo de horca (la bi ) y luego, nuevo juego con las posibilidades de la d .Ayer estaban en la zona 22 arqueólogos, entre estudiantes y especialistas. Los primeros en tandas de 15 días y los demás fijos hasta finales de septiembre. Aarón es licenciado en la Universidad de las Palmas. Tiene 24 años y ya lleva tres años en Oxford donde realiza el doctorado: "Quería excavar este período", dice y explica acerca de la estructura monumental con base de piedras muy gruesas sobre las que van dispuestas hiladas de adobes, hallada extramuros, que el propio director de la excavación, Francisco Burillo, aún no sabe a qué corresponde, quizá a una necrópolis, acaso un punto singular de encuentro del que "no hay precedentes". Puro descubrimiento. Aaron afirma tajante: "A la vuelta de Oxford, quiero quedarme por aquí".El alcalde de Mara, Roberto Ibarra, vestido de jerifalte romano, subió a mediodía al estrado de la fuente de la plaza y proclamó:

da bi d

"Quería excavar este período""no hay precedentes""A la vuelta de Oxford, quiero quedarme por aquí"

"¡Eduardo, hijo de Elena y Cipriano, acérquese a la escalera senatorial!"