La diabetes, la hipertensión, el tabaquismo y las dislipemias (elevaciones de colesterol y/o triglicéridos) actúan como inductores de la formación de la placa de ateroma (depósitos dentro de las arterias), que obstruyen el normal flujo sanguíneo y son capaces de provocar enfermedad isquémica (déficit de aporte sanguíneo) tanto a nivel cardiaco como a nivel periférico.

La hipertensión arterial probablemente es uno de los factores más importantes en el desarrollo de la placa de ateroma. Su prevalencia es mayor en varones que en mujeres tanto en edades jóvenes como en la postmenopausia y además en éstas las complicaciones viscerales son menores. La hipertensión actúa como un factor de riesgo independiente, potenciándose su efecto perjudicial cuando se asocia a otros factores de riesgo coronarios como tabaco, diabetes y dislipemias. Estos pacientes presentan una esperanza de vida inferior en 10 a 20 años la de la población general.. Por lo tanto la hipertensión arterial sin tratamiento específico a largo plazo se convierte en una enfermedad letal.

Diabetes Mellitus

Existe una clara evidencia del efecto negativo de la diabetes mellitus tipo I y II sobre la prevalencia, severidad y pronóstico de la enfermedad cardiovascular. Los estudios epidemiológicos han confirmado la relación entre la diabetes tipo I (dependiente de la administración de insulina) y la enfermedad coronaria así como la insuficiencia cardíaca. Además los pacientes diabéticos se caracterizan por padecer en una alta proporción fenómenos silentes lo que a su vez retrasa un diagnóstico y un tratamiento precoz empeorando el pronóstico. La modificación de los factores de riesgo acompañantes y del estilo de vida sí se traduce en una menor morbi-mortalidad.

El tabaco puede considerarse un arma de destrucción masiva. Es la principal causa de enfermedad cardiaca y de cáncer. Debemos promover que los fumadores abandonen el hábito y que los adolescentes no se inicien en esta práctica. Alguien que no haya fumado nunca vive 10 años más de promedio que un fumador habitual. Los estudios clínicos realizados en el mundo, demuestran que la reducción del colesterol LDL hasta 125 mg/dl o de colesterol total a 200mg/dl es eficaz para prevenir la enfermedad coronaria. No importa la edad. Cuanto antes se comience la prevención más eficaz será. A pesar de ello, los ancianos con niveles elevados de colesterol, también saldrán beneficiados de los tratamientos reductores de colesterol.

La modificación de hábitos alimenticios y tabáquicos, el control periódico de tensión arterial y el estudio analítico sanguíneo con una valoración por su médico de cabecera puede hacerle vivir más años y con mejor calidad de vida.

ANGEL LABENA GALLIZO