La semifinal de la Supercopa Femenina celebrada el pasado 13 de enero dejó un partido trepidante que enfrentó a Atlético de Madrid y Barcelona, el gran duelo que año tras año se reaviva en lo más alto de la Liga Iberdrola. Esta vez, el encuentro se resolvió en los penaltis a favor de las madrileñas, que más tarde se alzarían con el trofeo de campeonas. A pesar de que no hubo público en las gradas, una joven de Santa Anastasia sí pudo vivir el partido en primera persona.

Marta Villanueva Benavente, colegiada del Comité de Árbitros de Aragón, fue una de las árbitras asistentes encargadas de dirigir la semifinal de la Supercopa. Aunque ni la experiencia ni las internacionalidades la avalan –ascendió a la Liga Iberdrola hace tan solo dos temporadas–, su buen trabajo durante la campaña ha convencido a los designadores para confiarle uno de los mejores partidos del fútbol femenino español. «Por suerte, he tenido jugadas difíciles que he pitado bien a lo largo del año. Como he ido sacando buenas notas en los informes, creo que ha ido por ahí la designación», explica Villanueva.

No obstante, la joven trencilla no esperaba arbitrar tan pronto un partido así: «La noticia me sorprendió un montón. En el momento en el que sales al campo estás súper nerviosa, pero luego te quedas con la sensación de haber disfrutado una barbaridad». Asegura que estos encuentros en los que ambos equipos se lo juegan todo a un partido «se disfrutan más», y lo resume fácil: «Fue increíble, hasta ahora, el mejor que he arbitrado. Sin embargo, Villanueva lamenta la ausencia de público: «A mí me gusta que el campo esté lleno, es una motivación extra. Obviamente, no vienen a vernos a nosotras, pero a mí me motiva todavía mucho más».

TRAYECTORIA METEÓRICA

Marta Villanueva no llegó al arbitraje por casualidad. Empezó a jugar desde bien pequeña en el CF Santa Anastasia y, con doce años, entró en la SD Ejea Femenina. Siguió jugando durante años, hasta que una llamada de Marta Frías, referente internacional del arbitraje femenino, la convenció para probar con el silbato. «Yo vivía para jugar, no me lo había planteado nunca. Y cuando probé vi que me gustaba», explica la de Santa Anastasia. «Además, cuando empecé a hacer bandas [las funiones de linier o asistente] vi que todavía me gustaba más el banderín que el silbato».

Fue ese el punto de inflexión en su carrera: decantarse entre jugar o arbitrar. «El arbitraje femenino estaba en auge y le di una oportunidad». Ella se la dio, y el fútbol se la devolvió de forma precoz. Desde el año 2017, la Liga Iberdrola es arbitrada únicamente por mujeres, por lo que nueve asistentes iban a ascender a la categoría aquella temporada. Villanueva Benavente estaba en las quinielas, pero para ascender a la máxima categoría femenina tenía que dejar de jugar. «Me costó y tuve que planteármelo, con la SD Ejea habíamos subido un par de veces a Nacional, pero yo sabía que esto iba para arriba», cuenta.

El haber militado por tantos campos durante años no le vino mal a Marta Villanueva. Entendía mejor el juego, se anticipaba y sabía cómo responder ante las protestas. Sabía también, por supuesto, cuándo se equivocaba: «Si estás de asistente y fallas, es que lo sabes». «Hay veces que me he confundido en una falta o en un córner y, cuando viene la jugadora a protestar, le reconozco que me he confundido. A veces se piensan que fallamos a propósito... Y no, no queremos fallar. También a nosotras nos evalúan», afirma con rotundidad.

Aunque hay otra cosa que también admite: cuando Marta jugaba, era de las que protestaban al árbitro. Entre risas, se justifica: «Me gustaba preguntar y entender por qué pitaba. Ahora me doy cuenta de lo pesada que era…»

GESTIONAR EL ERROR

Lo cierto es que Marta Villanueva desprende ahora confianza y temperamento en el campo, pero admite que al principio le costaba gestionar el error. «No lo llevaba nada bien», explica. «Soy súper exigente y cuando fallaba un fuera de juego en el minuto 60, pensaba en eso hasta el 90». No obstante, explica que este año eso ha cambiado: «Obviamente, sales tocada cuando fallas, y más si es relevante en el resultado, pero ahora he aprendido a gestionarlo. Todos somos humanos: las jugadoras fallan goles y nosotras también podemos errar», confiesa la trencilla. Esa exigencia personal queda demostrada con sus costumbres. Cuando Villanueva Benavente ve una jugada relevante en el partido, se apunta en una de las tarjetas el minuto en el que ha sucedido la acción. Así, al llegar al vestuario o a casa puede ver si acierta o falla.

Aunque es una pregunta que le hacen de forma constante, la árbitra dice no haber recibido ningún «comentario feo o machista»: «Me siento súper respetada en el campo. Yo voy a hacer mi trabajo y ya está. Pero sí es verdad que en los escolares hay madres que me han hecho algún comentario. Pienso: pero a ver, ¡si eres la primera que me tienes que defender!».

Nada frena a esta joven colegiada de 27 años que ya ha alcanzado la máxima categoría femenina. Ahora, sus metas a corto plazo son claras: ascender a la Tercera División Masculina y, en un futuro, llegar a Segunda División B. Allí se podría encontrar con la SD Ejea, club donde militó tantos años... Mientras tanto, Villanueva Benavente continúa con su trabajo. T