Desde hace décadas, la comunidad científica considera al dolor crónico como una vivencia multidimensional, resultado de la interacción de multiples procesos. En esta experiencia perceptiva tan compleja aparecen aspectos biológicos, cognitivos, afectivos y conductuales, sin olvidar los componentes culturales, existenciales y espirituales que inevitablemente modifican el concepto global del sufrimiento.

Una enfermedad o lesión causante de dolor crónico supone un antes y un después en la vida de una persona y de su entorno familiar, y aunque el dolor y la enfermedad han sido fuentes de sufrimiento desde que el ser humano existe, hoy en día, en la sociedad actual, existen múltiples condicionantes que agravan el problema y generan unos añadidos sentimientos de impotencia e invalidez que dificultan la mejoría de las personas que lo sufren. Algunos de estos factores tienen que ver con la necesidad social de aparentar una imagen de éxito y productividad o con las dificultades económicas derivadas de la incapacidad laboral y la falta de recursos de apoyo. En otros casos, las trabas administrativas y sociales para conseguir un reconocimiento de la enfermedad o la dificultad de la familia y el entorno para adaptarse al cambio suponen una carga extra.

Cuando el dolor crónico aparece en la vida de una persona, muchas de las cualidades con las que se siente identificada se desvanecen. Su autoconcepto queda partido en pedazos y el sentido de su vida se tambalea. La adaptación al cambio se ve bloqueada ante la enorme frustración que le supone dejar de reconocerse a sí misma y las repercusiones relacionales derivadas aumentan todavía más el sufrimiento y la desesperanza. En esos momentos de caos, encontrar un nuevo sentido a su vivencia es fundamental. Acceder a aquella parte de sí misma que la hace única y que no depende de su experiencia pasada ni de sus expectativas futuras, puede ayudarla a entenderse y a superar una situación tan comprometida y que tanto sufrimiento ha generado a ella misma y a todo su entorno.

En relación al tipo de intervenciones psicoterapéuticas más apropiadas, las sesiones individuales puede ser de gran ayuda para abordar aspectos íntimos y personales en pacientes que sufren de dolor crónico, y para profundizar en el autoconocimiento. También en algunos casos, las intervenciones familiares pueden ser necesarias para mejorar dinámicas relacionales negativas que dificultan la mejoría. No obstante, el sentimiento de aislamiento y soledad que suele impregnar la vivencia de dolor crónico y las dificultades sociales que genera, hacen que la psicoterapia grupal tenga una especial utilidad en este grupo de pacientes. Los aspectos terapéuticos de este enfoque de tratamiento nacen de la oportunidad de ofrecer interacciones interpersonales y experiencias grupales de cohesión y apoyo. Sobre esa base, surgen factores como la capacidad del grupo de infundir esperanza, el aprendizaje por imitación, el desarrollo de técnicas de socialización, la catarsis, el altruismo…

En concreto, un Programa Psicoterapéutico de abordaje de Dolor Crónico de estas características, ha sido desarrollado en la Clínica del Dolor del Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa de Zaragoza con resultados altamente satisfactorios en relación a la impresión global de cambio por parte de pacientes y familiares (Esta Unidad es referencia nacional en el tratamiento del dolor crónico) .

Red de Salud Mental de las Cinco Villas. Ejea de los Caballeros. Teléfono 976667809/685909554.) T