Como todos los años desde hace más de un siglo, se procederá, al anochecer del día de Viernes Santo, a la subasta de los pasos que luego saldrán en procesión. En la puerta de la ermita de San Juan, el luminero don José Navarro irá cantando y repitiendo las cantidades que cada grupo interesado en llevar los pasos vaya ofreciendo. Todo el pueblo y las numerosas personas que en estos días de cortas vacaciones acuden a Biel se congregan ante la ermita. El acto está rodeado siempre de la máxima expectación, sobre todo cuando son dos o tres los grupos empeñados en llevar el mismo paso. Las pujas se suceden, alcanzando cifras considerables: ciento cuarenta euros se pagaron el año pasado por el paso más cotizado, el de la Virgen de los Dolores.

Los orígenes de esta singular tradición están en que, según nos dijo el luminero, ya desaparecido pero siempre recordado, don Alvaro Biesa, antiguamente los pasos se colocaban en la calle Baja en unos locales del ayuntamiento y, en la acera de enfrente, se situaban todos los que deseaban llevarlos. Cuando lo indicaba el encargado de la cofradía, el luminero mayor, todos salían corriendo y los primeros que llegaban eran los que tenían el honor de llevarlos. Esto daba pie a discusiones e incluso se llegaba a las manos. Para cortar estas disputas en días tan señalados, se determinó que serían los portadores de los pasos quienes más dinero ofrecieran.

Y, efectivamente, repasando el libro de la cofradía, llamada del Dulce Nombre de Jesús, consta en el año 1887 el primer dinero obtenido por la subasta de los pasos. En los estatutos de esta cofradía se señalan asimismo algunas cuestiones que ahora nos resultan bastante curiosas: sólo podían ser cofrades los hombres casados y, precisamente, entre los que se habían casado el año anterior se nombraban los lumineros. La cuota de entrada consistía en la aportación de un kilo de cera o, en su defecto, su equivalente en dinero. Y si este faltaba, buenos eran también los productos del campo: judías, patatas, trigo, etc. En cuanto al nombre de los encargados, los lumineros, aunque parezca extraño, tiene su explicación: una de sus misiones más importantes es repartir una vela a cada uno de los que participan en la procesión. Estas velas iluminarán todo el recorrido.

Casi todos los años es el paso de la Virgen de los Dolores el que alcanza la puja más elevada. Por el de El Cristo en la cama se suele pagar menos, veinte euros el pasado año, porque su peso es considerable. El de La Verónica, una pequeña y preciosa talla románica es portado desde hace algunos años por chicas jóvenes. Los otros, El Nazareno y San Juan, obtienen también cantidades importantes. Se subastan, así mismo, dos cruces, la ligera y la pesada, y una gran bandera morada que encabeza la procesión. El dinero obtenido en la subasta, que cada año es mayor, se destina a la compra de velas y a la mejora y conservación de los pasos, túnicas y tambores.

Una vez realizada la subasta, los que más han pujado se visten con túnicas moradas y tapan sus caras con velos del mismo color. Igualmente se visten los encargados de mantener el orden en las procesiones, los llamados "caparruchos" que no dudan en usar una humilde caña, si alguno no respeta el silencio o no mantiene la debida compostura.

JOSE LUIS LASHERAS