Nada va a ser igual, ni siquiera parecido. De repente, el destino nos arranca de la vida a uno de esos pocos seres que son necesarios para poder entender, reconocer, valorar y proyectar el verdadero sentido y puesta en práctica de la definición de la palabra amistad. Angel Calvo Vicioso, para todos el "Royo", siempre estaba ahí para cualquier cosa que necesitases, duda que tuvieras, o incapacidad para poder realizar una tarea. El lo solucionaba todo. Tenía don de gentes, habilidad para hacerse amigo de todos cualquiera que fuese su posición social, daba igual para él todos que lo quisieran ser, eran amigos. Emprendedor, activo, trabajador sin límites con gran capacidad para realizar cualquiera que fuera la tarea propuesta por más difícil que fuese, el "Royo" sabía qué hacer y además daba válida solución. Cuando le sugerías algo, pegaba una palmada con sus robustas manos, acrecentaba su azul mirada y con celeridad decía "vengaa, vamoosss!" Le gustaba organizar, su mente siempre estaba despierta, activa, nunca descansaba; organizaba viajes, excursiones, fiestas..., todo de antemano lo veía fácil y resuelto, para él no había obstáculos. Su dinamismo desbordaba y creaba admiración.

Torbellino de emociones, nunca fue esclavo del hábito, ni de la rutina, buscaba emoción en la pasión por el caballo y la encontró. Nunca se olvidó de ser feliz y de intentar hacer feliz a los demás. Hizo siempre lo que quería y le gustaba. Para muchos de sus amigos fue algo así como un "sherpa", cualidad que activaba de manera tangible en las casi litúrgicas cenas-reuniones que mantenía todos los jueves del año con sus amigos los caballistas del Club Hípico Pinseque, asociación que él fundó y presidió. En el Ayuntamiento de Pinseque, en el que trabajaba, su labor fue como la que pocos podrán realizar en cualquier institución municipal. Su servicio y entrega al pueblo, era de disposición absoluta, diligente y eficiente. Como buen caballista que fue, tenía siempre presente la premisa de que "no hay caballo que no puede ser montado ni jinete derribado", con esa filosofía de vida siempre dio la cara a los problemas, minimizándolos, tratándolos con respeto, pero nunca con miedo. Ello le hizo afrontar con entereza y esperanza el conocimiento de que debía someterse a un trasplante de corazón. Lamentablemente la brevedad del tiempo no lo permitió. Su corazón se rompió de tanto usarlo, de ponerlo siempre por delante a disposición de los demás. Dio un último y quizá premonitorio paseo a caballo. La semana anterior a su despedida pidió "aparejar" su montura y vivió la vida desde otra dimensión. Lástima que muchos de nosotros no pudimos acompañarlo en aquella jornada para, como tantas veces escucharlo, hablar de proyectos, observar los movimientos del "jaco" disfrutando de la vida, viendo el progreso manifiesto del pueblo del que tanto se enorgullecía de haber nacido... Todos, tus amigos los caballistas sabes que te quisimos, eras, serás, nuestro amigo de alma. Tu paso por este mundo ha sido breve, intenso, pero tu recuerdo va a ser eterno, vuelve a cada día para ofrecernos una forma de ser de la que todos cuantos quisieron pudieron, y todavía pueden, aprender y poner en práctica. Permítenos que te demos las gracias por tu sincera y generosa amistad, y por tantas otras cosas. Se que eso de dar las gracias no te gustaba, porque todo lo que ofrecías no lo hacías para que nadie lo agradeciese, lo realizabas de corazón, con sinceridad absoluta, eras así. Se nos han quedado tantas cosas por hacer "Royo"... Inolvidablemente vivirás en todos nosotros. Adiós, o mejor, como tú alguna vez decías sonriendo desplegando tu frondoso bigote sobre tu expresiva cara, levantando la mano, y elevando tu tono de voz: hasta Dios!

ISABEL SAUCO