Por norma general, para un montañero, toda cumbre tiene importancia por sí misma. Subirla implica saber valorarla en su justa medida y disfrutar al máximo su ascensión. Plantearse subir el Kilimanjaro no es, por tanto, mejor ni peor que subir cualquier otra montaña más pequeña, pero el ser la cumbre más alta de África --casi 6.000 metros-- le añade ciertos alicientes.

Los protagonistas de esta hazaña son cuatro socios del Grupo de Montaña El Castellar: Carlos Bernal, José Manresa, José Luis Medrano y Rosana Muniesa. Y aunque ya hace algunos meses que la llevaron a cabo (en agosto), desde el club, orgullosos, querían narrar su historia.

Todo comienza con un largo viaje hasta Tanzania, con escala en Estambul y retraso incluido. Allá visitaron la ciudad de Moshi, pero al día siguiente comenzaban ya su expedición hacia la montaña.

Caminar por la espesa y húmeda selva se asemejaba a hacerlo por un túnel horadado en la vegetación. Los dos primeros días de marcha resultaron bastante llevaderos, hasta llegar casi a los 4000 metros. El tercer día fue de aclimatación. En esta parte del recorrido pasaron por la Torre de Lava, y es que el Kilimanjaro es un gran volcán inactivo y su cima el borde de un gran crater.

El cuarto fue uno de los días más duros. Debían salvar un muro de piedra de unos 300 metros, y eso los dejó agotados. Llegaron al campamento cuarto bastante preocupados por sus fuerzas físicas. El quinto día fue intenso. La falta de oxígeno les hizo mella y les obligó a ir más lentos. La temperatura iba bajando conforme ascendían (llegando incluso a -20°C) y el camino era un pedregal.

Tras más de ocho horas subiendo y 1.300 metros de desnivel, consiguieron hacer cumbre, a 5.895 metros, emocionados y orgullosos. Las vistas eran increíbles, el cráter inmenso y la sensación de satisfacción, indescriptible. El esfuerzo había valido la pena.

Hechas las fotos de rigor en lo alto, el descenso, por otra ruta diferente, fue mucho más rápido. Una vez en el campamento, estaban agotados. Pero ponerse a prueba de esa forma es una experiencia que difícilmente podrían explicar. Ya tranquilos y a salvo, desdibujando poco a poco los malos ratos y los sufrimientos padecidos, ya solo podían pensar en su siguiente aventura. Sea cual sea, todo el Grupo de Montaña El Castellar les apoyará.

RECOGIDA DE ROPA

Los guías y porteadores nativos fueron una ayuda esencial, sin la cual no habrían conseguido llegar a la cumbre. Su amabilidad y generosidad son enormes, pero no tanto las condiciones en que trabajan, sobre todo en cuanto a ropa y material de montaña, que resultan muy deficientes. Por eso, desde el Grupo de Montaña El Castellar quieren ayudarles con una campaña de recogida de ropa de abrigo y material de montaña para estas Navidades. Ya os iremos informando...