Cinco días de fiesta sin tiempo para el aburrimiento

Estas comenzaron con el homenaje a la tercera edad, donde se les invitó a una comida con espectáculo de cantante y vedette, que nunca falla y con la que los más mayores disfrutan de un rato agradable.

A modo de novedad, este año se pusieron pañuelos a los nacidos en el año, los cuales fueron impuestos por el ayuntamiento y el pregonero. Como no podía ser de otra manera, a las siete de la tarde, la plaza Juan Pablo Bonet estaba abarrotada de vecinos y vecinas esperando a que ‘don Jesús’, el médico que durante más de dos décadas ha cuidado de Torres, diera un más que emotivo pregón dando comienzo de las fiestas.

Durante los cinco días siguientes, no hubo tiempo para el aburrimiento. Todos los días, los cabezudos y pillachicos salían desde el ayuntamiento, acompañados por la Charanga El Dólar, a perseguir a los chicos. Las vacas también recorrieron las calles con las reses de su convecino José Alberto Díez, Eduardo Quilez, Víctor Ustarroz y las de José Arriazu e hijos.

El pabellón de festejos se llenó gracias al festival de jotas del grupo local y a las fantásticas orquestas Tarantella y Vulkano.

Y qué decir del tradicional dance, que llenó de color a todo Torres tanto por los trajes regionales como por las flores de la ofrenda. Los danzantes hicieron sonar sus palos y castañuelas durante el domingo, lunes y martes, en honor a la Virgen del Castellar y a San Gregorio de Ostia.

En la gran noche de las fiestas, la de la patrona, los fuegos artificiales fueron la guinda del pastel y adornaron el cielo con vistosos colores.

La subida a la ermita, la comida popular, el café concierto, la sesión de tarde, los toros de fuego… fueron actos multitudinarios en los que la gente se lo pasó en grande y se lo hizo saber a la incansable Comisión de Fiestas, saboreando cada uno de los actos y disfrutando de la satisfacción de que los vecinos lo pasaron como se merecían. T