Aunque por estas tierras siempre se celebró la Noche de Difuntos, en la Ribera Alta del Ebro gana cada vez un mayor número de adeptos la tradición celta de Halloween.

A lo largo y ancho de la comarca, los colegios, las casas de juventud, los pabellones y las bibliotecas mudaron su aspecto para transformarse en auténticos pasajes del terror. Pero, lejos de asustar al personal, el resultado fue que mayores y pequeños lo pasaron de miedo con sus disfraces terroríficos, sus calaveras de calabaza y con las actividades que prepararon los servicios de juventud.