Dionisio Carreras abrió el fuego de los deportistas olímpicos aragoneses en 1924 en el estadio de Colombes de París. El atleta nacido en la localidad zaragozana de Codo en 1890 disputó el maratón de los Juegos con la selección española. Han pasado 80 años y desde entonces hasta el próximo 13 de agosto en que se dará el pistoletazo de salida a los Juegos Olímpicos de Atenas, una larga lista de aragoneses han alcanzado el techo de su carrera con la participación en esta prueba.

Dionisio Carreras pertenece a la prehistoria del atletismo español. Su noveno puesto en el maratón de París tiene un gran mérito. Pese a perderse por el circuito parisino, el aragonés terminó noveno en un meritorio tiempo de 2 horas 50 minutos. Es el primer gran éxito internacional del atletismo español.

Muchos años tuvieron que pasar hasta que la posición del aragonés fue superada en el mismo certámen por otro ultrafondista español. Fue en el estadio olímpico de Montjuïc, en la prueba que cerró los inolvidables Juegos de Barcelona de agosto del 92. El guipuzcoano Diego García acabó exhausto en una terrible tarde de húmedo calor en la séptima posición.

La gran generación

Diego García, continuador de la estela de Carreras, fue el primer abanderado de la mejor generación del maratón español encabezada por Martin Fiz, Abel Antón, Alberto Juzdado y Fabian Roncero y que culminó con el triplete español en los Campeonatos de Europa de Helsinki del año 94.

Dionisio Carreras, al que sus paisanos llamaban El Campana , no era un atleta de élite. No llevaba un entrenamiento específico, ni le aconsejaba un técnico. No tenía una planificación de cada temporada, subrayando con lápiz las citas más importantes en las que debía estar a su máximo nivel. Ni mucho menos contaba con un mánager, ni su alimentación era la más idónea para un atleta.

Carreras se movía por impulsos. Se hizo como fondista en las carreras polleras que se disputaban por Aragón. En los años 20 fue el dominador de estas pruebas que se disputaban en las fiestas de los pueblos y era el corredor de moda junto a Dionisio Magén, el Chato de Garrapinillos e Ignacio Latorre.

Un día su padre le dijo que tenía que recoger esparto de madrugada. Dionisio se levantó a las seis de la mañana y se montó en una caballería. Después ganó una carrera en La Puebla de Albortón. Tomando un café se enteró que había otra corrida en Azuara. Se fue corriendo los 15 kilómetros que separaban los dos municipios, llegó con el tiempo justo para salir y ganar.

Trabajo en el campo

Otro buen entrenamiento era el recorrido de 51 kilómetros que hacía frecuentemente andando y corriendo desde su pueblo hasta Zaragoza para festejar. Llegó a ser dos veces campeón de España de maratón, venciendo en cuatro Vueltas a Zaragoza y en el Nacional del 5.000 metros. En sus mejores años como atleta emigró a Zaragoza. Aprovechó la gran resonancia de sus triunfos y le colocaron como conserje del campo de de fútbol del Real Zaragoza.

Tras alcanzar su cénit en los Juegos de París con 34 años, Dionisio Carreras fue perdiendo fuerza y su fama decayó. Con el billete de tren en la mano para disputar sus segundos Juegos Olímpicos, esta vez en Amsterdam en 1928, Carreras se vio obligado a renunciar debido a una enfermedad. Volvió a Codo tras abandonar el atletismo. A los 59 años fallecía de cáncer de duodeno el primer gran deportista aragonés de la historia.