El goteo de empresas que en los últimos tiempos han decidido trasladar sus instalaciones a otros países con mayores ventajas económicas y competitivas ha hecho saltar todas las alarmas ante la posibilidad de que España pueda sufrir una huida masiva en los próximos años. Pérdidas de empleo, cierre de compañías auxiliares y suministradoras, desertización industrial y, finalmente, menor crecimiento económico. Es el diagnóstico de un proceso de deslocalización industrial que, sólo en 2003, destruyó el 20% del total del empleo existente en nuestro país en el sector de componentes para el automóvil. Desde el 2000, numerosas empresas han procedido al cierre o a la venta de sus filiales : Ericsson, Alcatel, Lucent... Algunas estimaciones apuntan que, desde entonces, las multinacionales tecnológicas han despedido a más de 10.000 trabajadores en España. Una cifra que podría triplicarse si se incluyesen los despidos de empresas auxiliares.

Según CCOO, España podría perder el 10% de su tejido industrial durante el próximo lustro. Y, en algunos sectores como el téxtil, podría suponer "en el mejor de los casos", una destrucción de 72.000 empleos hasta 2010, según la patronal del sector, Consejo Intertextil Español.

El primer contacto puro y duro se produjo en octubre de 2002, cuando SEAT anunció que iba a trasladar parte de la producción del modelo Ibiza a la planta de Volskwagen en Bratislava (Eslovaquia). Desde entonces, otras empresas han seguido su estela: Valeo, Bayer, Actaris y, más recientemente Philips y Samsung, que se han ido pese a estar ganando dinero y recibiendo ayudas públicas.

Lo grave es que parece que la puerta de salida se ha abierto y nadie sabe como volver a cerrarla. Hay muchas razones que justifican los cierres: costes rebajados, falta de competitividad, necesidad de concentrar la producción, la competencia de los países del Este y de Asia, rigideces laborales, fiscalidad más alta, excesivos trámites burocráticos, inestabilidad política, la posición periférica de España, y por supuesto, menores costes salariales. Por ejemplo, un trabajador de Samsumg cobra siete veces menos en Eslovaquia (2.060 euros brutos anuales) que en España y en China quince veces menos (762 euros al año). Además, los países asiáticos cuentan con una normativa laboral escasísima.

Se reclaman soluciones urgentes para frenar este proceso, y una vez que se haya logrado detener esta huída, se requerirán medidas a largo plazo, como aumentar las inversiones de I+D o en infraestructuras, con el fin de volver a hacer más atractivas a las zonas industriales de nuestro país.

Tampoco es fácil hacer atractivo al país a los ojos de los inversores. Un reciente informe del Foro Económico Mundial señalaba que Malta y Luxemburgo habían desplazado a la economía española dos puestos, del 21 al 23, en la clasificación 2003 de países más competitivos.

Sin embargo, aún son muchas las empresas que siguen apostando por España y creen que invertir es más eficiente y tendrá mayores beneficios que cerrar sus fábricas. Por ejemplo, la farmacéutica suiza Novartis ha anunciado su compromiso inversor de 170 millones de euros hasta 2007 en sus cuatro centros ubicados en Barcelona.

También HP, Siemens (que prevé revitalizar su fábrica de Zaragoza tras ganar varios contratos de UMTS) y Sony han expresado su compromiso claro de mantenerse en España.

De la misma forma hay que nombrar a las grandes firmas de consultoría (Accenture, Cap Gemini Ernst & Young, deloitte Consulting, IBM o Gestronics) que han instalado en España, los denominados centros de desarrollo y excelencia, en detrimento de países como China, Eslovaquia o Chequia. Las ventajas de los profesionales españoles de este sector son que los clientes europeos prefieren tener estos centros en países cercanos, que los costes son un 40% más baratos que en reino Unido o Alemania, que los consultores combinan el inglés y el castellano y además tienen el mismo nivel de formación que los países líderes.