Nadie ama lo que conoce. El Canal Imperial de Aragón, la obra de riego más importante de la nación, la que más riqueza ha creado, es casi desconocida" , decía Antonio Lasierra Purroy, director del Canal a principios del siglo XX. Y este gran desconocido puede serlo más, a causa del encauzamiento del agua de Yesa hasta el embalse de la Loteta, que suplirá al Canal en su principal uso: el suministro de agua de boca a Zaragoza y su entorno.

Desde Fontellas, en la presa de El Bocal, hasta Fuentes de Ebro, el Canal discurre, paralelamente al Ebro por su margen derecha a lo largo de 110 kilómetros con 125 metros de desnivel. Una obra hidráulica que Joaquín Molinos, presidente de la Sociedad Estatal de Infraestructuras Agrarias, define como "el primer trasvase del mundo". El objetivo era conseguir mayor presión para el suministro de agua, obtenida con la oscilación de 25 a 30 metros cúbicos por segundo que llega a transportar, además de impulsar el comercio con Navarra, que en su origen era navegable. Pero el actual proyecto de "abastecimiento de agua para Zaragoza y su entorno desde Yesa" le sustituirá en su uso principal, aunque continuará regando 25.000 hectáreas.

El presupuesto de la obra es de 90 millones de euros, y se extiende, paralela al imperioso Canal, por ahora, hasta Fuentes.

Muchos esfuerzos costó la canalización de esta obra de ingeniería, cuyos antecedentes se remontan a 1529. Los obstáculos no pudieron con el empecinamiento del ilustrado aragonés y Protector del Canal Imperial, Ramón de Pignatelli, quien en 1786 vio como el agua llegaba a Zaragoza, sorprendiendo con la inscripción "D.O.M. incredulorum convictioni et viatorum commodo": para convencimiento de incrédulos y alivio de caminantes, grabada en la Fuente de los Incrédulos (en el barrio de Casablanca).

Hijo del Conde de Fuentes, Pignatelli intentó llevar su proyecto hasta Fuentes "aportando agua a una tierra fértil, pero seca".

Entre Fuentes y el Burgo, se contempla el último suspiro de las aguas del Ebro que fluyen por el Canal. En 1793, la vida de Pignatelli expiró, y su obra se quedó en Fuentes donde todavía suministra agua a sus casi 4.000 vecinos. Pero en unos meses, el agua de la Loteta, de mayor calidad, la sustituirá.

Hace más de dos siglos que el Imperial llegó a Fuentes, y son muchas las historias que giran en torno a él. Antonia Salvador, nacida en El Burgo, relata que Pignatelli contrataba para su obra a quienes tenían que cumplir penas menores. "Era una especie de reinserción", añade. Los trabajadores absueltos accedían a viviendas o tierras en el Burgo, que creció notablemente y aun hoy aparecen "apellidos atípicos".

Estas historias quedarán para el recuerdo y otras surgirán en torno a la nueva canalización.

El fuentino Andrés Sanz, agricultor y conocedor del Canal, muestra cómo el agua discurría en principio por una estrecha y frágil canalización "y siempre había alguien vigilando para evitar pérdidas de agua". Con más de 70 años de edad, Andrés relata cómo se hizo una nueva canalización que separa el agua de boca de las aguas sobrantes, usadas para el riego en Fuentes. Ahora mira el Canal "como instrumento básico de riego" y espera con alegría la llegada del agua de boca de Yesa.

Mientras tanto, vuelve a la emblemática obra de Pignatelli, con una anchura que llega a los 25 metros, que finalizó "a pico y pala", según Andrés, justo en el mojón que separa el término municipal de Fuentes del de El Burgo, ante lo que Sanz matiza que desemboca bifurcándose para suministrar agua de riego para Fuentes y Quinto y para la zona de Ginel de Fuentes.

El polifacético e influyente Pignatelli, como lo define el presidente de SEIASA, vio truncadas sus expectativas de llevar la obra hasta Sástago, dejando el fin de esta historia en Fuentes. Ahora el futuro se abre en la Loteta.

ESTEFANIA SANZ GARIN