Es muy posible que cuando aparezca este número de la CRONICA DE LA RIBERA BAJA DEL EBRO las obras de remodelación y ensanche del tramo de los antiguos lavaderos hasta la esquina de la calle Hospital, de las que en mi columna del antepasado ejemplar hacia una reseña del inicio de los trabajos, haya llegado a su fin. Tras los derribos, una vez limpios de escombros se dieron prisa en abrir el paso de vehículos en ambas direcciones, con el fin de ocasionar las menores molestias a la circulación. Las tareas que han venido ejecutando tenían la norma de plasmar columnas, muros, portadas, tapias, ventanas, etc.

El trozo que nos ocupa, muy angosto y peligroso para el tránsito estaba previsto hacerlo por el ayuntamiento desde el principio de la anterior legislatura. Sin embargo, tal vez por algunas dudas o planteamientos equivocados, retrasaron su realización. Aquí se puede aplicar sin lanzar culpas, ese dicho muy conocido y popular que dice "las obras de palacio, van despacio" .

Lo dejamos ahí, sin más comentarios, lo importante ahora es que por fin se ha hecho y ello es bueno. Lograr anchura viaria dentro del casco urbano es una mejora incuestionable.

Hay dos puntos que necesitan un urgente arreglo, primero el de la esquina de bajada a huertos, porción de calzada que de manera constante viene cediendo el terreno, por causa de filtraciones o desagües. Ha ocurrido varias veces y opino que es el momento de averiguar lo que pasa y subsanar esta molesta avería de una vez.

El otro, es el espacio interior lavaderos; plagado de maleza, zarzas, broza, y por añadidura, hay gente de escaso y nulo civismo que arrojan por encima de la tapia basuras y otras inmundicias, haciendo poco caso de los contenedores próximos.

No pretendo aludir a costumbres y tradiciones populares ya que si el valor intrínseco de este espacio es grande, sus formas estructurales son de escaso valor.

Importa ahora limpiarlo, y sin prisas pero sin pausas, estudiar y proyectar lo que allí se puede hacer en beneficio de la urbe.

VICTOR SARIÑENA