Con el derribo del paso elevado que durante 17 años ha salvado la vía férrea Zaragoza-Caspe-Barcelona, en el tramo de la A-221 que une Quinto con Gelsa, empieza a verse el final de un problema que surgió a principios de noviembre cuando varios corrimientos de tierra dejaron esta infraestructura como si hubiera sufrido un terremoto.

Los primeros desperfectos sobre la calzada se observaron el día 9. Eran unas grietas y fisuras al final del paso, en su parte más cercana al puente de Gelsa, que no permitían imaginar a técnicos y expertos la magnitud de los destrozos que llegarían a producirse en unos pocos días, con una rapidez inusual. Así, el domingo de esa misma semana ya se habían cortado al tráfico 50 metros en uno de los carriles del paso elevado pero todavía circulaban por él automóviles, camiones y autobuses. Las mediciones llevadas a cabo por los técnicos de la DGA revelaron, al día siguiente, que el corrimiento de tierras afectaba a toda la elevación, e incluso a varias decenas de metros de la carretera y a la vía férrea situada debajo, además de confirmar que los daños seguían en aumento.

Todo ello llevó ese mismo día a cerrar el acceso a la A-221 en el tramo afectado. Los más de 2.000 vehículos que diariamente utilizaban esta carretera tuvieron que hacer uso de diversas vías alternativas. Gonzalo López Pardos, director de Carreteras de la DGA mantuvo varias reuniones con técnicos, expertos y alcaldes de la Ribera Baja y decidió que debían habilitarse dos caminos agrícolas: el que une Gelsa con Pina de Ebro, y el que en el municipio de Quinto comunica la N-232 con el tramo sano de la A-221. Con este fin se empezó a trabajar rápidamente para mejorar la calzada en ambas vías.

Mientras tanto, en pocos días las primeras grietas se hundieron más de un metro de altura, el final de la elevación prácticamente se desgajó, y la situación en la cercana vía del tren no era mejor, hasta el extremo de que Renfe suspendió el tránsito de trenes entre La Zaida y Quinto porque varios metros de traviesas quedaron al descubierto al desaparecer el suelo debajo de ellas. Pero lo más grave fue que una de la vigas del pórtico del puente situado en el extremo más cercano a Quinto se desplazó, girándose y quedando inclinada con lo que amenazaba con ceder en cualquier momento. Además, aparecieron nuevas fisuras en la carretera más allá del puente de Gelsa, por lo que como prevención se cerró también un tramo en unos de sus carriles.

A lo largo de todo el proceso han sido muchos los vecinos de la zona que se han acercado al puente para contemplar los avances de unos destrozos que se les antojaban increíbles. Vecinos que relatan como durante varias noches "se ha estado oyendo crujir y chirriar el paso elevado".

Las actuaciones sobre el puente culminaron con el derrumbe de parte del mismo que tuvo lugar el pasado 27 de noviembre. Aunque en un principio se pensó en volarlo, los expertos decidieron cortarlo con una enorme tenaza para que el resto de la estructura no sufriera daños. Desde ese momento comenzaron los trabajos de desescombro, limpieza y más tarde reparación. También se están llevando a cabo estudios para determinar las causas del desastre. Filtraciones de agua, la acción erosiva del meandro o bolsas subterráneas son algunas de las causas que se apuntan.

Los diez municipios que componen la Ribera Baja han sido los más afectados por la crisis, que según expresa Felisa Salvador, presidenta de la comarca, "ha puesto de manifiesto la precariedad de nuestras comunicaciones. Nos hemos quedado sin una carretera y los problemas son enormes a pesar de la solución eventual de las rutas agrícolas. Precisamente convertir en carretera el camino que une Pina con Gelsa ha sido una petición que ya habíamos hecho en muchas ocasiones, incluso se realizó una actuación comarcal hace dos años aumentando la anchura y calidad de la calzada, se organizó el acceso desde Pina y en Gelsa se asfaltó poco más de un kilómetro. La idea era continuar por los dos extremos hasta completar todo el recorrido pero ya no llegó más dinero y no se pudo hacer".

Sástago, Cinco Olivas, La Zaida, Alborge, Alforque, Velilla y Gelsa son localidades especialmente perjudicadas por la desaparición de la que es su vía directa de comunicación con Zaragoza, con el resto de municipios de la Ribera Baja y con Fuentes, donde se encuentra el consultorio médico y el instituto al que acuden buena parte de sus vecinos. Empleados, transportistas, médicos, profesores y alumnos han visto multiplicados los kilómetros que deben recorrer para trabajar o estudiar. Una vecina de La Zaida, madre de un alumno, explica que "hasta ahora los chicos cogían el autobús a las ocho menos cuarto, con el nuevo horario tienen que estar en la parada una hora antes".

Mención aparte merecen los inconvenientes que sufren los comercios y las empresas, por ejemplo industrias como Foret en La Zaida, reciben y despachan a diario multitud de camiones que en muchas ocasiones transportan mercancías peligrosas y que o bien tienen que desviarse hacía Escatrón por una carretera estrecha y repleta de curvas, o bien tienen que atravesar el casco urbano de Gelsa. En esta misma localidad hay dos industrias dedicadas a la explotación de yesos que están en comunicación con Quinto y que realizan hasta 44 viajes diarios entre uno y otro pueblo. En resumen, todos los vecinos tendrán que soportar numerosas incomodidades durante un mínimo de seis meses.

GLORIA ABADIA