Visitar el Museo Romano de Velilla de Ebro es hacer un viaje en el tiempo y descubrir como era la vida de los habitantes de la ciudad Lulia Lépida Celsa, cuyos restos arqueológicos se encuentran en este mismo municipio.

Según fue diseñado, la misión de este museo es mostrar de forma didáctica algunos de los restos hallados a lo largo de los dieciocho años de excavaciones llevados a cabo en la antigua urbe, complementados con paneles informativos en los que, junto a una interpretación de estos hallazgos, se ofrece una detallada explicación de la historia de Celsa. Tal y como rezan estos paneles, la fundación de la ciudad ha de situarse en el año 44 antes de Cristo, lo que la convierte en una de las más antiguas fundadas en España durante la República de Roma. Situada sobre los restos de una antigua colonia ibera, por iniciativa de Marco Emilio Lépido, procónsul por aquel entonces del fragmento de la actual Península Ibérica bautizado por los romanos como Hispania Citerior; la intención de esta autoridad era que la nueva ciudad sirviera de avanzadilla a la futura conquista y administración de todo el país.

Los primeros habitantes de Celsa eran ciudadanos romanos, antiguos soldados en su mayoría, que, con el tiempo se mezclaron con la población de la zona dando lugar a ciudadanos de ascendencia mixta. La colonia llegó a tener entre tres y cuatro mil habitantes, las más variadas inscripciones halladas permiten incluso conocer los nombres de algunos de ellos, como en el caso de una tal Cornelia, mujer liberta fallecida a los 27 años según reza su lápida.

Durante cien años la ciudad creció y prosperó. Entre sus habitantes había personajes de fortuna que adornaban sus grandes villas con hermosos mosaicos y elaboradas pinturas como los encontrados en las denominadas Casa de los Delfines y Casa de Hércules, había comerciantes y artesanos, tenían tabernas, panaderías, talleres de cerámica, de bronce, herrerías, una ceca donde acuñaban monedas, etc. Sin embargo, al final de su primer siglo de vida comenzó una lenta decadencia atribuible a varios motivos: su fundador cae en desgracia ante el emperador Augusto porque, en la guerra por el poder que mantuvo con Marco Antonio, apoyó a este último, la ciudad pierde su nombre original (Lépida, hoy reincorporado) y pasa a denominarse Victrix Lulia Celsa; y más tarde Augusto funda su propia ciudad a cincuenta kilómetros de distancia: Cesaraugusta. Además, su sucesor Tiberio recorta los poderes administrativos de Celsa, quizá porque no veía práctico tener tan cerca dos colonias importantes, con Caligula deja de acuñar moneda y poco a poco se va deshabitando hasta desaparecer en el año 68 de nuestra era.

Todos estos detalles y muchos otros pueden conocerse visitando el museo, recorrido que, además, es posible completar sobre el terreno paseando por el cercano yacimiento arqueológico. Ambas infraestructuras suponen todo un tesoro cultural e histórico, un tanto abandonado en los últimos años tanto por las instituciones que apenas han invertido en su conservación, y en absoluto en nuevas excavaciones, como por el público quizá por falta de información. Y es que si en los primeros años tras su apertura el conjunto recibía una media de 120 personas semanales, estas se han reducido hoy día a 40.

El relanzamiento de este conjunto cultural pasa, según opinan los expertos, por una campaña de acondicionamiento y promoción que lo haga conocido y atractivo para el público en general.

De momento, quienes deseen conocer la historia de Celsa pueden visitar museo y yacimiento de forma gratuita. Allí serán recibidos por sus actuales cuidadores: Carlos Casamian y Eva Muñoz, respectivamente.

GLORIA ABADIA