Aunque el frío no era mucho, los vecinos de Santa Cruz acompañaron a San Blas con buen vino y moscatel. Si entrar en calor no fue tan importante este año para la celebración del patrón, ambientar esta popular procesión ya era suficiente motivo para echarse un trago de moscatel y empezar a saltar al ritmo de San Blas quien, a diferencia de otros Santos, demuestra cada 4 de febrero que no todo lo solemne tiene que ser aburrido.

La charanga esperaba en la puerta de la iglesia la aparición del busto de San Blas sobre los hombros de los cofrades. El himno de España sirvió a los músicos para afinar sus instrumentos y, a partir de ese momento, el busto de San Blas empezó su peregrinaje anual por las calles de Santa Cruz de Grío donde niños, jóvenes y mayores se fueron sumando al baile del Santo.

No faltaron en este popular pasacalles las escobas, que hacían bajar al suelo a los más ágiles bajo una raya imaginaria, ni las tortas y el vino, que ayudaron a los porteadores a reponer fuerzas y a los danzantes a continuar con esta marcha matutina. Tampoco faltó el sentimiento de alegría por mantener una fiesta viva, año tras año, en una población que se va reduciendo.

La plaza del frontón, decorada en estos días con una gran hoguera, fue el punto de encuentro donde la charanga de San Blas vivió su mayor apogeo en el día más importante de las fiestas patronales de Santa Cruz.

La cofradía de San Blas, de cuya existencia en el siglo XVII hay pruebas, se encarga de mantener viva esta fiesta y forma parte activa de su organización. Cada año hay dos cofrades encargados de tenerlo todo a punto si bien todos colaboran. Los actos en honor al patrón no tienen lugar sólo esta jornada. Los días previos se reza al Santo y se celebra la aurora. Y, finalmente, llega el baile del Santo al que unas horas más tarde precede la subasta. Este año se han conseguido más de mil euros que se donan a la cofradía para colaborar con los gastos.

Tras finalizar el baile se procede a ofrecer lotes de alimentos, flores y otros objetos que se rifan entre los vecinos para conseguir dinero.

La población, aunque entre semana no es mucha, mantiene muy vivas estas tradiciones que son acogidas con gran entusiasmo por los vecinos. Tanto mujeres como hombres tienen el mismo protagonismo en la fiesta y ésto se puede ver en el papel que unos y otros juegan durante el baile de Santo. No sólo los hombres se encargan de llevar al santo, sino que el "honor" se va cediendo por todos segmentos de la población: primero hombres, luego jóvenes, después mujeres, en la siguiente parada toman el relevo los más jóvenes, y así sucesivamente. "Es una fiesta muy sentida y muy bien mantenida", explicaba Concepción Gimeno, una de las cofrades.

La cofradía guarda estatutos de 1600 y se cree que aún es más antigua. "Va pasando de padres a hijos y nunca ha dejado de existir", afirma, aunque la forma de organizar la fiesta ha cambiado con los años. Antes, cada hermano hacía su fiesta. Se les daba una torta, "la torta del espiritual", recuerda Concepción, y se les hacía pagar una tasa por este postre. También se tenía la costumbre de que, quien organizaba la fiesta, debía contratar a un predicador diferente al cura habitual para los días 3, 4 y 5 de febrero.

Con el paso del tiempo, explica Concepción, el sistema empezó a parecer demasiado caro y se instauró una fiesta común para todos los cofrades, que suelen ser la mayor parte de la población de Santa Cruz. Pero la cofradía no está tan sólo para las fiestas y también despide a sus hermanos fallecidos ofreciendo una corona en su funeral y organizando con posterioridad una misa.