Pese a que el proyecto de construcción del macrocomplejo de BonÀrea en Épila, junto a la autovía de Madrid (A-2) está todavía en sus comienzos, se acaban de cumplir los primeros seis meses de obras, sus efectos ya se empiezan a sentir en la localidad.

De momento, el impacto es reducido, apenas visible salvo en el sector de la hostelería y en el de alquiler de viviendas. En las obras de explanación del terreno donde se construirá el centro logístico de BonÁrea trabajan en la actualidad más de medio centenar de personas y casi todos ellos han buscando alojamiento en Épila y sus alrededores.

«En estos momentos tenemos alojados aquí a 30 trabajadores de las obras, pero ha habido momentos en que había 40», explica Jesús María Sahún, responsable del hotel y restaurante Asador Carrasco. «Lo normal es que estén un tiempo aquí, a pensión completa, y que luego se vayan a una vivienda de alquiler en el pueblo », continúa el hostelero. Sahún ha adaptado la oferta a este nuevo tipo de clientela. En los casos de larga estancia, el mes completo les sale por 650 euros.

Pero al hostelero no se le escapa que estos trabajadores, que manejan enormes camiones y excavadoras que transportan tierra y piedras a lo largo de la jornada, son solo una avanzadilla, una pequeña brigada que, en cuanto termine de allanar los terrenos, se marchará y será sustituida por otros operarios, los que urbanizarán la zona. Y que estos, cumplido su objetivo, también se irán y llegarán los montadores de las naves. «Solo hay que pensar que, al final, el complejo dará trabajo a más de 4.000 personas, con lo que se avecina una revolución», señala Sahún.

PEQUEÑA PARTE

De hecho, «lo que ahora vemos es solo una millonésima parte de lo que habrá cuando el macrocomplejo esté acabado dentro de 10 años», reconoce Jesús Bazán, alcalde de Épila, quien precisa que, sin embargo, antes de esa fase final, en el 2021 ya estarán operativas las naves de logística.

«El cambio va a ser gradual y va a dar tiempo a que Épila se prepare bien para acoger a los que se instalen aquí», asegura Bazán. «Será necesario crear servicios y potenciar otros que ya tenemos, como el colegio y el centro de salud, pero para eso necesitaremos la implicación del Gobierno de Aragón», añade.

PREPARATIVOS

De momento, Épila ya está reservando suelo y actualizando las ordenanzas municipales para poder construir viviendas para los trabajadores que se queden a vivir en el pueblo.

El alcalde epilense no tiene ninguna duda de que BonÀrea «puede ser muy positivo» para la localidad y su entorno también para el sector agrícola y ganadero de la comarca, muy pujante en la actualidad, que se verá todavía más impulsado por la demanda que generará la plataforma alimentaria.

El sector inmobiliario es otro indicador de que las cosas están cambiando en Épila. De momento, se está empezando a animar el sector de alquileres. «La venta y el alquiler se animarán cuando vengan los trabajadores definitivos, los que se colocarán en la empresa cuando empiece a funcionar», señala Pilar, que atiende en la agencia inmobiliaria Immoboss. T