La residencia de ancianos Nuestra Señora del Pilar de Ricla es una obra social de acogida y residencia permanente para personas mayores y válidas. Se trata de un centro de fundación privada, gestionado por un patronato constituido por el párroco de Ricla, el alcalde del municipio, el obispado y el familiar más cercano y directo de su fundadora, la condesa Clara Castellano.

La residencia está regida por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul que atienden la obra desde 1908, administrada en nombre del Patronato por una Junta Gestora.

La residencia nació a finales del siglo XIX en el seno de las Fundaciones por iniciativa de Clara Castellano que donó el edificio y los bienes para la atención de niños y necesitados. En 1980, la nueva situación y ordenamiento de escolarización estatal provocó un cierre de aulas para los niños y niñas lo que motivó el acuerdo de los miembros de la Fundación que, siguiendo el espíritu benefactor de su fundadora, pasó de colegio-convento a residencia, tras su necesario acondicionamiento.

El propio marqués Jaime Castellano, como heredero de doña Clara, había manifestado la posibilidad de este uso.

Con estos antecedentes y sumando voluntades entre autoridades, sanitarios y algunos habitantes entusiastas con dicha idea se formó la comisión previa con la idea de estudiar todas las posibilidades de este proyecto. Antes, el 26 de mayo de 1978, se convocó a todo el vecindario a una asamblea general y pública. Se acordó nombrar una gestora pro-residencia con voluntarios, cayendo la presidencia en la persona de Raimundo Navarro.

No sería lícito omitir los nombres de Felipe Batanero, José María Arie, Faustino Peyrona, Gaspar Castellano entre otros, además de Nicolás Sebastián y sor Presentación Viela por su papel decisivo en esta extraordinaria obra social.

Las obras se iniciaron en 1979 sin recurso alguno. Los vecinos del pueblo aportaron 2.690.210 pesetas. Se promovieron loterías, rifas, tómbolas benéficas, festivales de jota y, sobre todo, taurinos, que alcanzaron gran resonancia nacional. Los cinco festivales taurinos aportaron unos beneficios netos de 5.635.759 pesetas. Otros ingresos a destacar fueron los de la DPZ, con 2.343.385 pesetas, también se sacó un crédito avalado por los miembros de la gestora junto a algún donativo menor de entidades bancarias, pero sobre todo cabe destacar el casi anónimo de la congregación Hijas de la Caridad por 4.000.000 pesetas.

Este sueño admirable se inició con 18 residentes, en septiembre de 1980, bajo la atención de cinco hermanas y voluntarios que prestaban servicicios de limpieza, lavandería y cocina. Para la admisión se tuvo en cuenta a la situación de precariedad de las personas.

La residencia, con una sólida construcción de 45 metros cuadrados de planta, está construída sobre dos alas sobre un gran patio. Está concebida para 35 plazas con habitaciones dobles y sencillas. Las plantas se comunican por una gran escalera central y un ascensor. Cuenta con todos los servicios, además de enfermería, podología, peluquería y terapia ocupacional. También realizan actividades formativas y educativas-recreativas con el servicio religioso.

Unos estatutos definen su misión, gobierno y admisiones, con un reglamento de convivencia y de régimen interior. Todo ello bajo la tutela de la superiora Isabel Aparicio, cuatro hermanas más y siete trabajadoras.

Al ser privada no dispone de ayudas públicas, salvo excepciones, y se nutre de las aportaciones de los residentes, de anónimos y de su auto-trabajo de servicio y dedicación.

FERNANDO LAZARO