La última vivienda del Conde Aranda, el palacio de Epila, empieza a recuperar su corte señorial con las primeras labores de rehabilitación que se desarrollan en el edificio.

Por el momento se habla de consolidación porque diversos factores han ido dejando su huella en la estructura del palacio hasta el punto de que algunas zonas requerían una actuación inmediata.

Las cubiertas eran el punto más débil de la construcción hasta la ejecución de la primera fase de las obras del palacio, dirigidas principalmente a reformar los tejados y a eliminar las zonas mal rehabilitadas en los dos últimos siglos, unas actuaciones que han ido "desvirtuado" parte de la estructura original del edificio.

Una casa señorial

A finales del siglo XIV, la familia Ximénez de Urrea comenzaba a levantar una casona que, con el paso del tiempo y sucesivas ampliaciones acabaría convirtiéndose en el actual Palacio del Conde Aranda.

En el siglo XVIII, probablemente ya en la época de Pedro Pablo Abarca de Bolea, ministro de Carlos III, finalizaría la construcción de este edifico con la ejecución de la parte más señorial del mismo.

A esta época correspondería la sala noble, la más importante del palacio, que está cubierta por un artesonado de madera policromada que, a su vez, es el elemento más valorado de este edificio.

Según explica José Manuel Sancho, arquitecto asesor del Ayuntamiento de Epila, esta construcción "no partió como un palacio, sino como una casona que se fue ampliando". Así, en el interior de este edificio se pueden encontrar dos patio renacentistas, la huella más antigua en cuanto a estilos, rodeado de las posteriores construcciones que llevan hasta el neoclásico, el estilo más evidente desde el exterior.

Salvar este artesonado, en una sala de acceso libre hasta ahora para las palomas y con una cubierta muy deteriorada, ha sido el objetivo prioritario en esta primera fase de obras. Aun así, este elemento artístico deberá someterse a las tareas de restauración.

El Palacio del Conde de Aranda se distribuye en diferentes alturas desde una base muy irregular, fruto de las continuas ampliaciones. La construcción del palacio sigue un orden descendente que se hace muy evidente en el interior. Enfrente de la iglesia se encuentra la entrada principal del palacio y, a partir de aquí, la construcción va descendiendo al igual que lo hace el resto del casco urbano de Epila hacia el Jalón. La diferencia de estos dos niveles es muy marcada y, una vez que finalicen las tareas de consolidación y empiece la fase de restauración se planteará cómo se establece la conexión entre estos niveles.

La parte más cercana al río es la fachada trasera, que en la actualidad se encuentra apuntalada debido a las grietas que se van abriendo y que será objeto de la siguiente fase. Algunos de los balcones que adornan esta fachada se corresponden con el salón noble donde se encuentra el artesonado mientras que los ventanales de la planta inferior se corresponden con el nivel añadido en esta zona, más baja.

A pesar de la nobleza, el edificio no está construido con materiales de gran resistencia por lo que factores como las corrientes subterráneas han afectado bastante a la estructura del edificio provocando grietas e incluso el abombamiento de zonas determinadas. En este sentido, José Manuel Sancho, destaca que "las paredes de carga son muy gruesas, pero están realizadas con materiales bastante pobres" de forma que lo que parece un grueso y seguro muro es una construcción de mampostería.

La consolidación de este edificio avanza con un año de retraso por la rescisión del contrato con la primera empresa adjudicataria y la necesidad de un segundo concurso. Eliminar las actuaciones realizadas desde el siglo XVIII, algunos añadidos, y consolidar las cubiertas han sido el primer objeto de trabajo al que seguirá una actuación en las fachadas para coser las grietas y, así, "tener todo el contenedor saneado", apuntaba el arquitecto.

A partir de aquí se deberá empezar a hablar de los futuros usos de este edificio para el que todavía no se tiene un programa director. La superficie disponible, 5.485 metros cuadrados construidos y 464 sin construir, hacen plantear muchas alternativas para este edificio que fue cedido por la Duquesa de Alba al Ayuntamiento de Epila y que fue declarada monumento Histórico Artístico Nacional en 1931.