Julio Martín-Serrano Ortega, a los doce años de edad, salió de su pueblo natal Campo de Criptana (Ciudad Real) con el firme propósito de ser un torero. Era en aquellos años el popular maletilla que de en pueblo en pueblo buscaba fama y reconocimiento a puro de echarle valor, imaginación y sobre todo mucha voluntad, que no podía salir de otro de sitio que de la enorme afición que tenía por los toros y por el mundo y ambiente taurino.

Fruto de estas idas y venidas por muchos pueblos de España, en unos años muy difíciles y complicados, a los 16 años tomó la alternativa como novillero en una localidad de Valencia, circunstancia que le posibilitó llevar a cabo numerosas actuaciones en plazas de varias localidades, entre ellas algunas de la provincia de Zaragoza, La Rioja y de Navarra como Alagón, Tauste, Alfaro, Cascante...etc.

Es obvio que a finales de los años sesenta y principios de los setenta, las posibilidades de hacer una "carrera" taurina no estaba solamente sujeto a que el novillero o torero tuviese mucha afición, enorme valor y una gran decisión, sino que era fundamental además "tener suerte". Mientras se buscaba esa suerte, Julio Ortega, ya como nombre artístico tenía que ganarse día a día el sustento y lo suficiente para acometer meses de ir y venir en busca de esas actuaciones. Ello propició que en 1970 llegase a Fréscano, una localidad que era la última que celebraba sus vaquillas en la Ribera, en concreto durante las fiestas del Pilar en el mes de octubre. A partir de estas fechas algunos de estos "aficionados" se quedaban en la localidad o en otras próximas para trabajar en el recta final de la recolección de hortaliza o en la vendimia, tras terminar las capeas que en verano realizaban en estos municipios en las jornadas festivas.

Julio Ortega mantiene su relación con Fréscano porque en 1983 se casa con Sagrario Lapuente y se quedan a vivir en este municipio, donde Julio cambia de actividad y se inicia en el trabajo de la construcción. No obstante, nunca abandonó su afición por la ganadería. Además de ser un excelente recortador, también se hizo director de lidia, lo que le permite mantener un contacto directo con el mundo taurino. Sin dejar su actividad en la construcción, desde 1988 cuenta con ganadería propia, llamada El Ruiseñor, en la que empezó con unas 25 vacas y un semental y ahora sus instalaciones registran unas 300 cabezas y varios sementales.

Julio Ortega, con una fuerte personalidad, desde hace años desde Fréscano proporciona ganado y vaquillas para los actos taurinos de muchas localidades, a la vez que en varias de ellas también actúa como director de lidia. Es decir, sigue en primera línea taurina. Una afición que también sobresale en su hijo, de nombre Julio, quien ya muestra un gran interés por seguir la tradición de su padre al frente de la actividad ganadera, cuyas reses se explayan por pastos de los términos de Fréscano, Agón y Bisimbre. Aunque ahora el negocio funciona, Julio Ortega tiene muchas anécdotas, como la ocurrida en Tudela cuando saltó a la plaza y dio varios pases a un toro antes de ser detenido y le retiraran un año la licencia. Ese día actuaba un torero de los grandes, y los maletillas no eran apreciados.