Aragón se tomó el sábado 27 de junio, 106 días después de declararse el estado de alarma, un primer momento para rendir tributo a las víctimas del coronavirus, «a los que nos faltan», y también a los que en todo este tiempo han estado en primera línea batallando contra el virus a y todos los profesionales de esos sectores que se han mostrado más esenciales que nunca. Este fue el primero de muchos homenajes a las 914 personas que, por el momento, han perdido la vida como consecuencia de la pandemia. El primer acto de duelo oficial y general a unas «hermosas vidas», como las definió el escritor Manuel Vilas en el texto que se leyó en todos los homenajes aragoneses como los que se desarrollaron en los 18 municipios del Campo de Borja.

El acto planificado por el Gobierno de Aragón y la Federación Aragonesa de Municipios, Comarcas y Provincias (FAMCP) fue deliberadamente escueto, sin querer añadir pompa a una tragedia que se explica por sí misma. Pero la emoción, inevitablemente, se escapó en mayor o menor medida en los 731 homenajes que se llevaron a cabo el en todos los municipios de Aragón y con unos elementos en común: la plantación de una carrasca, símbolo de Aragón, de fortaleza y unidad y la colocación de una placa de cerámica realizada por la Escuela taller de Cerámica de Muel. Además, alcaldes o vecinos de los pueblos leyeron unas palabras escritas para la ocasión por Manuel Vilas, Premio de las Letras Aragonesas.

En ellas, el escritor quiso sintetizar el dolor de «todos los ciudadanos españoles» tras una crisis para la que «nadie estaba preparado». Unas palabras en las que recordó cómo «los hijos no pudieron tocar la mano de sus padres» en el «trance de la muerte» pero apeló a buscar consuelo en la memoria, que es «dignidad y democracia».

Vilas también instó a unir «los dos homenajes, el colectivo y personal», en un «gran abrazo», apelando a las virtudes que ha mostrado España y Aragón, como «generosidad, valor y entrega». «Si de verdad los españoles como pueblo amamos a nuestros muertos, por favor seamos un pueblo unido, respetuoso, tolerante y generoso», pedía, recordando que «la vida de uno solo es la vida de millones» y que «todas las vidas fueron hermosas».

Fue una jornada para mantener viva la memoria de todos aquellos que nos faltan y a quienes no se pudo despedir como merecían, pero un día también para mostrar «gratitud a la ciudadanía por su comportamiento ejemplar» y de «reconocimiento a todos los profesionales que han entregado su esfuerzo al servicio de toda la sociedad» con el claro mensaje de «saber que juntos vamos a salir adelante y que nos une el orgullo de sentirnos aragoneses», tal y como señaló el propio presidente aragonés, Javier Lambán en la carta remitida a los ayuntamientos con motivo de este homenaje. T