Desde hace algunos años, las cabras montesas y los corzos se han adueñado de los montes y campos de Mezalocha y, si bien al principio, se vio su presencia como algo anecdótico y hasta divertido, sus efectos dañinos en cereal, almendro, viñedo y, últimamente, productos hortícolas, se han multiplicado conforme aumentaba su imparable número. Según indican desde el consistorio, la superpoblación de estas resistentes y adaptables especies, con verdaderos rebaños en el caso de la cabra montés, y carentes de enemigos naturales, hace, a día de hoy, que sus negativos efectos sean ya importantes.

Los precintos de caza concedidos para este año, 8 para corzos (4 machos y 4 hembras), y a la espera de los asignados a la cabra montés, presumiblemente no mucho mayores, parecen insuficientes para controlar en su justa medida el desmesurado crecimiento sin control de ambas especies.

«La aconsejable biodiversidad, aplaudida y deseada por todos, no debe entrar en conflicto con los modos de vida y la economía tradicional agrícola, siendo preciso un amplio y realista plan de gestión y control poblacional, consensuado por todas las partes implicadas, y no dictado, como siempre, desde la política urbanita, inmensamente más fuerte y mediática», afirman fuentes municipales. T