¡Hola! Soy Pilar Gimeno, cosecha del 88. Me crie y crecí en Aguarón en un ambiente marcado por la vida en familia, muy cerca de mis cuatro abuelos y tardes de juego en la calle. Allí aprendí mucho en las clases de la señorita Mari Carmen y siempre supe que maestros como Paco y José Román habían venido a nuestra escuela rural para enseñarnos algo más que sumar y restar.

A los 18 años empecé periodismo en Zaragoza sin saber muy bien cuál era mi vocación profesional. Quizás fuera por esa búsqueda constante, con mis 22 años recién cumplidos metidos en una mochila y con poca soltura en otro idioma que no fuera el castellano, me fui a estudiar a Polonia con una beca del programa Erasmus.

Polonia fue el principio y Suiza es el presente. Después del Erasmus, trabajé como niñera en Londres mientras mejoraba mi inglés. Un año después, me mudé a Bruselas a estudiar un máster en Asuntos Europeos que se impartía en inglés y francés, pero ni la ciudad ni el funcionamiento de las instituciones europeas eran lo que esperaba. Así que por primera vez, experimenté la incertidumbre de no saber cuál sería el siguiente paso.

Como en Polonia había conocido al que es hoy mi marido, decidí echarme otra vez la mochila al hombro y vuelta a Varsovia. Allí llegaron los desafíos a los que defino «de persona adulta». Cuando ya no tienes esa tranquilidad mental de ser estudiante y tener la situación más o menos resuelta, te das de bruces con una realidad que muchos experimentamos después de la carrera, pero con el añadido de estar en un territorio casi desconocido. Empiezas a buscar trabajo en un país donde no hablas el idioma. Donde te tropiezas con obstáculos burocráticos constantemente y una vez estás más o menos asentado, te das cuenta de lo difícil que resulta conocer gente y forjar amistades para poder integrarte y ser parte de todo aquello. La ciudad donde un día viviste con tanta intensidad como estudiante, se vuelve en cierta manera hostil.

Sin embargo, es en esas circunstancias cuando realmente te pones a prueba y decides quién quieres ser. Ya no se trata tanto de tu carrera profesional sino de una carrera de fondo mucho más importante para tu crecimiento personal. Al final no te queda otra, toca curtirse y ganar autoconfianza para sacarte las castañas del fuego lo mejor que puedas.

Ser periodista y no enterarte de lo que pasa a tu alrededor es frustrante. Así que con muchísima paciencia, aprendí a defenderme en polaco. Compaginé mi trabajo de periodista con el de profesora de español y accidentalmente, aterricé en el mundo de los videojuegos. Pieza clave de este puzle para entender dónde estoy hoy. Actualmente trabajo en Zurich, en el área de aplicaciones móviles y software para una empresa de audífonos.

Para mí, vivir lejos y volver a mis raíces es siempre un viaje introspectivo. Redescubres tu pueblo y a sus gentes. Empiezas a ser consciente de tu responsabilidad por mantener esas raíces fuertes, bien agarradas a la tierra aunque hayas decidido que las ramas se extiendan por otros derroteros.

Vivir en el extranjero es una adaptación constante al entorno y al ‘clima’, como bien sabe hacer la gente del campo. La clave está en mantener la mente siempre bien abierta y en darse tiempo para interiorizar un aluvión de cambios a todos los niveles.

Es paradójico, pero al final, no es tu país de acogida sino uno mismo el que se acaba convirtiendo en una caja de sorpresas. T