En Aguarón, bella villa zaragozana asentada al pie de la Sierra de Algairén, junto al arroyo del Plogar; cuna de hombres ilustres como Lino Rodrigo, obispo que fue de Huesca, y el compositor musical Simón Tapia Colman, nacía en agosto de 1909 quien con el paso del tiempo se convertiría en afamado pintor: Luis Marín Bosqued.

En su pueblo natal se inauguró el año 1992, siendo presidente de la Diputación de Zaragoza, José Marco Bermejo, y alcalde de Aguarón, Lucio Cucalón Bernal, el museo "Marín Bosqued". De titularidad municipal, tiene su sede en un antiguo edificio, rehabilitado por el arquitecto Amable González García, situado enfrente de la iglesia parroquial y de la calle que lleva el nombre del pintor. La gran casona, muy bien estructurada, tiene en la planta calle la Biblioteca Municipal, con abundanteS libros y excelentemente equipada, dirigida por Ana Carmen Royo Bosqued, encargada de mostrar el museo a los visitantes. La planta primera se reparte para aulas de educación de adultos y de música, Asociación de Mujeres y Tercera Edad. Es en la segunda y tercera en donde se halla ubicado el museo de pintura.

Formado por cuatro salas, una de ellas destinada a exposiciones rotativas y otra con pinturas y dibujos de un hijo de Marín Bosqued, José Luis Marín de l´Hotellerie, se exponen unos cincuenta cuadros, la mitad de los que posee el museo, unos donados y otros en depósito. Originales bodegones, conjuntos alegóricos, retratos y autorretratos y un impresionante Cristo, se le muestran al visitante en todo su esplendor en un espacio lleno de luz. Destaca entre los retratos el de su esposa María Teresa, descendiente directa del Barón de Wasarge (don José de l´Hotellerie y Fernández de Heredia, que moriría en la defensa del Puente de Piedra, en los Sitios de Zaragoza, por un disparo de una bala de cañón); el del Padre Damián y el que lleva por título "La primera cosecha", donde aparece Pedro Bosqued, apodado como "tío Quero", recibiendo de una niña el fruto de la vid. Una interesante colección de pequeños retratos de caras indígenas completan la muestra.

Según el profesor y crítico de arte, José Camón Aznar, la obra de Marín Bosqued se apoya en un dibujo sólido y neto, de líneas firmes que encierran colores de gran potencia. O como apunta la mejicana Carmen de la Torre: "...los cuadros de Marín Bosqued tienen una emoción tan honda que es capaz de transmitírsela al que los contempla". Satisfecho se sentiría el pintor si este museo lo hubiera podido disfrutar, pero al menos se ha conseguido el deseo con el que soñaba: que la mayoría de sus cuadros se quedasen en su tierra.

Marín Bosqued, como hicieron muchos artistas e intelectuales españoles, tuvo que emigrar al terminar la Guerra Civil española. Vivió un largo exilio, principalmente en Méjico, donde tuvo una destacada participación en la vida cultural como pintor, escritor y crítico, además de ejercer la docencia en el Instituto Nacional de Bellas Artes, compartiendo amistad con otros aragoneses ilustres como el director de cine Luis Buñuel, el escritor Benjamín Jarnés o el pedagogo Santiago Hernández.

A la vuelta del exilio, el Ayuntamiento de Zaragoza le nombra Hijo Adoptivo de la Ciudad en las fiestas del Pilar de 1984. Poco antes de morir recibe la Palma de Plata de la Academia Francesa de las Artes en reconocimiento a su valía humana y artística. Su muerte, acaecida el 11 de enero de 1987, fue muy sentida en Aguarón y en el mundo artístico zaragozano. Su cuerpo fue incinerado en el cementerio de Torrero tras un solemne funeral en la iglesia de Santa Engracia.

El viajero que acuda a Aguarón, además de visitar este interesante museo, recorrer sus calles con algunos edificios renacentistas -destaca el Ayuntamiento con un porche con tres arcos de medio punto- y visitar la iglesia barroca del siglo XVIII, se puede acercar hasta el paraje de El Santo, a tres kilómetros del municipio, por la carretera a Codos, donde se encuentra el monasterio de las Viñas -convertido en una magnífica residencia de la tercera edad-, lugar ideal para pasar el día integrado en la naturaleza. Un recién inaugurado albergue, con capacidad para 25 personas, da idea del interés del Ayuntamiento de la localidad para potenciar este magnífico paraje en donde la encina y el pino comparten espacios y sombras en lenta escalada hasta la cima de la sierra. Caminar por sus senderos, amplios y bien cuidados, es un deleite para el amante de la naturaleza.

SANTIAGO SANCHO VALLESTIN