Aunque Pilar Bayona López de Ansó nació en Zaragoza (16-9-1898), estuvo muy ligada al pueblo de Consuenda de donde descendían su abuelo y su madre, poseyendo casa y hacienda familiar que visitaba con frecuencia cuando sus obligaciones profesionales se lo permitían.

Pilar fue una niña prodigio como intérprete de piano. A los cinco años realiza su primera actuación importante en un festival benéfico patrocinado por el Rey Alfonso XIII. A los siete da su primer recital en público en compañía del violinista zaragozano Teodoro Ballo. Dos años más tarde iniciaría su colaboración con la Sociedad Filarmónica de Zaragoza y, unos años después, todavía no había cumplido los quince, daría su primer concierto como solista acompañando a la orquesta de San Sebastián bajo la dirección del maestro Arbós.

A partir de esta actuación es solicitada para actuar en Madrid, Barcelona, Bilbao Alicante, Valencia, Zaragoza, que se disputan su presencia. Esto hace que entre en contacto con los grandes directores de orquesta que quedan prendidos de su exquisitez como artista y de su temperamento y belleza como persona. Los maestros Toldrá, Argenta, Rubistein, Berberof, Suriñac, Iturbi, Frübek y Chavarri, entre otros, la llevarán con sus orquestas de gira por España y actuando igualmente en ciudades de Alemania, Francia, Bélgica y Africa del Norte, alcanzando la música española por ella interpretada cuotas inigualables.

Su inquietud artística le llevó a cultivar todos los estilos musicales, siendo una de las pioneras en introducir el movimiento impresionista en España, sin olvidar en sus conciertos autores como Falla, Albéniz o Esplá. Los intelectuales de la época, especialmente los de la Residencia de Estudiantes de Madrid, vieron en ella a la musa perfecta de la que se enamoraron artística y platónicamente. Sin embargo, Pilar Bayona, que dejaría en Zaragoza lo mejor de su arte, permaneció soltera toda su vida. Nombres como los aragoneses Luis Buñuel y Camón Aznar; Javier Ciria que la pintó al óleo, Honorio García Condoy que le realizó un busto, o el escritor Tomás Seral y Casas, con varios poemas, fueron admiradores rendidos de su obra y su belleza.

Tras la Guerra Civil inicia una fructífera etapa desde los micrófonos de Radio Zaragoza, con su repertorio de música para piano es tan inmenso y complejo que transcurrirían muchos años sin repetirse las obras a través de las ondas o en los cursos de la Universidad en Jaca. Con los también aragoneses Eduardo del Pueyo y Luis Galve constituye la cúspide aragonesa de la música reciente de piano.

El pueblo de Cosuenda la nombró Hija Adoptiva en 1975 y le puso su nombre a la calle en donde se halla la casa materna, no sólo por lo que ella significaba a nivel artístico sino por lo que sus hermanos, Julio y Carmen, habían ayudado al pueblo desde sus ocupaciones laborales. Pilar, en día tan señalado, interpretó un excelente concierto en la iglesia parroquial, que causó sensación en todos los asistentes. La incomparable artista murió en diciembre de 1979, víctima de un accidente. En 1998, con motivo del aniversario de su nacimiento, además de los actos que las autoridades zaragozanas le tributaron, Cosuenda la homenajeó con numerosos actos y dando el nombre de Pilar Bayona al Centro Cultural Polivalente.

Pero Cosuenda tiene una duda con su Hija Adoptiva. El pasado mes de febrero visité su casa materna, cuyo escudo de los López de Ansó -apellido de familia infanzona procedente del pueblo oscense de Ansó- luce encima del dintel de la puerta principal, y quedé sorprendido por el mal estado de la vivienda. Las paredes de su fachada, de tierra y piedra prensada, revocada con cal, están desmoronándose, y el interior, que pude contemplar a través de las ventanas, con los cristales rotos, se está hundiendo. Bien restaurada y acondicionada, decorando su interior con fotografías de la artista y de sus numerosas amistades, ambientándola con un piano abierto y oyendo música por ella interpretada, podría convertirse el edificio en un foco cultural que hubiera sido visitado por los miles de admiradores que tenía y tiene Pilar Bayona a pesar de haber dejado muy poca obra grabada. Ahora, la casa, según me comentaron algunos vecinos, la han puesto en venta sus sobrinos, pero su estado es tan lamentable que va a ser muy difícil, y costoso, el restaurarla.

Unicamente el escudo familiar, cuatro cuarteles, el primero con una cabeza de buey, los dos siguientes con un lobo y el cuarto con las barras aragonesas, tallado en piedra, puede salvarse del desastre. Esa calle que lleva el nombre de Pilar Bayona, antes llamada Ceida, perderá, si desaparece la casa, un trozo importante de la historia de Cosuenda.

SANTIAGO SANCHO VALLESTIN