Desde hace un año y medio, un gran gato rojo vigila a los transeúntes de la calle San Pablo. Grande y con unos ojos que casi asustan, vive ajeno a los cambios urbanísticos de su entorno escapando de la autoridad representada por un perro. A la vuelta de la esquina, una oficina de empleo proclama, en una gran fila, que ya hay un 24% de desempleados (una cifra ya obsoleta por escasa). En la calle Santiago, una gran Virgen proclama la dictadura de las tecnologías, mientras un conejo gigante muy peculiar busca su alimento en el Coso. Bienvenidos a la Zaragoza del siglo XXI.

Todas estas imágenes forman parte de las más de cuarenta intervenciones que constituyen la huella indeleble de los ocho asaltos que se han realizado en el casco histórico zaragozano. Un festival de arte urbano al servicio de la explosión creativa de los grafiteros del siglo XXI de buena parte del mundo, que han convertido a Zaragoza en un referente en España de esta disciplina que cada vez tiene más adeptos.

De la mano del festival Asalto, que se propuso como objetivo "aportar color para conseguir una ciudad contemporánea", la ciudad ha ido llenándose de grafitis que, a día de hoy, constituyen una ruta turística singular que camina entre la reivindicación, la estética y la ironía a golpe de sprays.

Un recorrido que cruza desde el Centro de Historias hasta la calle Mayoral (con algunas pinceladas en la ribera de la margen izquierda del Ebro) a lo largo del que se pueden encontrar auténticas obras de arte, sobre las que quizá se podrían destacar dos de gran formato. En la calle Santiago, los mediáticos Boa Mistura (unos de los grafiteros con más repercusión en España) crearon una virgen gigante pixelada en la que denuncian la predominancia de la tecnología en el siglo XXI. A su lado, en el mismo solar, creció el año pasado una nueva compañera, una araña roja gigante con rasgos indios, obra del mexicano Seher.

Pero no son los únicos atractivos de la ciudad. En la calle Atares, el belga Roa regaló una sardina recién pescada a la ciudad, mientras que otros animales, las aves, son las protagonistas de la plaza Corona, detrás de la plaza San Felipe. Un espacio que fue la sede del cuartel de operaciones del sexto asalto.

Es la puerta de entrada al barrio de San Pablo, el más prolífico en cuanto a murales (y cada año más), donde la calle Las Armas se ha convertido en un lugar de referencia con un espectacular grafiti del francés Popay que reproduce un bosque muy vivo, dentro de un espacio habilitado por Estonoesunsolar. No es el único que habita en el entorno ya que alrededor del CMA Las Armas y de los comercios que lo flanquean, artistas como Popay, 100 Pression o los propios Boa Mistura también han plasmado su arte grafitero.

SPOK, LA GUINDA FINAL

Si se sigue el recorrido marcado, el madrileño Spok pone una bonita guinda a esta ruta turística con un enorme guerrero llegado de quién sabe dónde y equipado con un ventilador que le hace volar mientras sostiene en sus manos un Iphone.

Una prueba más de que la Zaragoza del siglo XXI se está construyendo, año a año, a golpe de spray. Grafitis indelebles que resisten al paso de los años y que reivindican la perdurabilidad del arte. Algo que no han podido hacer otros que también han formado parte de los diferentes asaltos, bien por su carácter efímero, o porque la ciudad los ha ido sepultando con su transformación urbanística. Así, han quedado casi en el olvido (al menos material) algunas intervenciones de Suso33, Reskate!, o Estefanía Aineto en el propio río Ebro. Las más de cuarenta que sí que han sobrevivido están al alcance de todo el mundo. Solo hay que darse un paseo.