La guerra civil marcó un antes y un después para más de 27.000 muchachos de 17 años que se vieron llamados al frente. Conocidos como la Quinta del biberón, muchos de ellos perdieron la vida durante el conflicto, se vieron heridos o acabaron en penales y cárceles franquistas. Víctor Amela ha recopilado algunas de las historias de los supervivientes de esta guerra en Nos robaron la juventud, un libro que parte de la cicatriz de una bala y en una sobremesa navideña con su tío José Amela: «Cuando yo tenía 17 años él me preguntó si quería ver una cosa, y supongo que porque estaba un poco achispado porque había bebido licores se desabrochó y me enseñó una cicatriz en la tetilla izquierda. Me contó que él iba corriendo con un compañero al lado, que lo vio caer muerto de un balazo, se giró un poco y la bala que le iba al corazón le entró y le salió, no le mató de milagro», expresa.

En palabras del escritor, esto le impactó por compartir la misma edad cuando se lo contó, aunque explica cómo después de eso su tío había tratado de rehuir el tema: «Eso fue el 1 de agosto de 1938, él acababa de cumplir 18 años y a mí me impactó muchísimo, porque un jovencito con la misma edad que tenía yo en ese momento, había estado en una guerra, viendo morir a un amigo y con un balazo en el pecho. Eso me pareció tremendo, y quise saber más, pero ese día él ya no habló del tema y en los años que siguieron cada vez que preguntaba, él cambiaba la conversación o desviaba la mirada», explicó.

Así, Amela reconoce que para su libro se ha basado en dos hechos. Por un lado los recuerdos de su tío en la guerra, por otro el ansía de saber todo lo que envolvía a ese momento: «Quería saberlo todo. Todos los detalles que cualquier persona le preguntaría a un pariente que hubiera estado ahí. A medida que hacía más entrevistas iba sabiendo más cosas y esa documentación oral me sirvió para hacer más preguntas a los que iba entrevistando, siempre aportaban algún detalle nuevo», explica. El autor incide en esta idea cuando comenta que es posible encontrar a lo largo de estas 25 entrevistas: “Detalles pequeñitos como el de la sed, pues como no tenían agua para beber orinaban en un platito de metal, lo dejaban enfriar y se lo bebían. El detalle de que buscaban por la mañana una piedra de rocío para sentir al menos algo que se parezca al agua, o el hecho de encontrar a un soldado tirado en una trinchera, tocando un piano imaginario en el suelo para no olvidarse de cómo se digitan las teclas. En resumen, encontramos detalles sorprendentes, asombrosos, espeluznantes, o maravillosos de solidaridad y bondad»

Por otra parte, Amela destaca que el hecho de que fuera un tema «tan reciente y, por tanto, todavía tan vivo para miles de españoles» no lo convierte en algo complicado de tratar. Al contrario, el escritor valora que quienes sufrieron la guerra, una vez que han conseguido superar el miedo a hablar sobre su pasado, querían romper su silencio y recordaban incluso los detalles más pequeños: «Durante los años 40, 50 y 60 vivía Franco y, según lo que contabas, te podía denunciar un vecino y acabar en el calabozo, por lo que decidías callarte. Pero una vez superado ese miedo que existía con Franco, los que hablan lo hacen con una precisión que parece que lo hubieran vivido ayer. Esos detalles que cuentan son para mí un tesoro que merece la pena preservar en los libros», concluye.