Estimado lector: Si usted pasa por el estante de su librería habitual y encuentra en la sección de ficción contemporánea un ejemplar titulado Los papeles de Bruselas párese y ábralo. No tiene nada que ver con la cumbre de reconstrucción por el Covid-19 que se ha celebrado estos días en la capital belga. Tampoco se mencionan los 390.000 millones de euros en subsidios iniciales que el presidente del Consejo Europeo Charles Michel propuso a los autoproclamados países frugales para que contribuyan con la reconstrucción del sur de Europa a cambio de poder seguir comprando sus segundas residencias en Benidorm o Altea. Le hablarán eso sí, de frías noches de hotel tras durísimas y tediosas negociaciones acompañadas de latas de cerveza y kebabs con salsa picante y patatas fritas, porque pasadas las nueve de la noche, fuera de nuestras fronteras, casi todo está cerrado.

Los papeles de Bruselas es la nueva novela del escritor y poeta turolense Nacho Escuín publicada por la editorial Bala Perdida y más allá del título y las descripciones gastronómicas vespertinas de la capital europea, trata desde la primera persona del singular (yo, mí, conmigo) de un desasosegante viaje en solitario hacia el abismo del protagonista relatando el camino del éxito hasta el fracaso, y como el fénix volver a renacer. Escuín construye una road movie que transita por Bruselas, Nueva York, Tinder, Zaragoza, Teruel y París donde el principal combustible es el café largo del Starbucks y la pasión por la literatura contemporánea del protagonista, confinado dentro de casa (como todos) y dentro de su propios miedos (como casi todos), enganchado a las redes sociales.

Desgraciadamente para el protagonista (y para el autor) no existe, todavía, un Starbucks en la plaza del Torico de Teruel, así que son menores las páginas que transitan por aquella sureña ciudad. Merece la pena detenerse al terminar un capítulo y buscar en Youtube cada una de las canciones mencionadas para construir esa banda sonora personal del protagonista y entender que, a través de la melancolía, también puede surgir la creatividad.

A fin de cuentas, la melancolía es la tristeza que ha adquirido ligereza. Como afortunado amigo del autor, que ha compartido con él algún kebab picante en la medianoche bruselense, debo recomendarle este libro que podrá disfrutar este verano en la soledad de su terraza, su parcela o su salón, junto a una cerveza fría. Sufrir por sufrir, nunca es deseable, ni mucho menos imprescindible.