El oficio de editor ha tenido siempre un punto de esforzado heroísmo; si se le suma la edición de libros muy especializados o técnicos, esa heroicidad se torna en gesta; y si además se le añade una época desfavorable por motivos diversos, alcanzará seguramente las cimas de la épica. De la epopeya de la editorial Gustavo Gili trata el libro de Fernando García Naharro Editando ciencia y técnica durante el franquismo, que han publicado las Prensas de la Universidad de Zaragoza, y cuyo subtítulo aclara bien ese molesto gerundio del título: Una historia cultural de la Editorial Gustavo Gili (1939-1966).

El autor elude lo que podría haber sido una farragosa relación de títulos y autores para detenerse en las diversas circunstancias que entran en juego en la producción editorial: desde la decisión de publicar un libro determinado -con títulos tan sobrecogedores para un profano como Manual práctico del soldador eléctrico- a los trámites para incorporar al catálogo las traducciones de los más valorados breviarios extranjeros -como el Hütte, un manual para ingenieros que no necesitaba más referencia para ser reconocido-, pasando por la omnipresencia de la censura, que quizá no preocupase en obras como Reparación de motores eléctricos pero que sí se dejó notar en libros de historia del arte que también publicó la editorial, con algún grabado considerado impúdico.

Este enfoque desde la historia cultural, en donde los contextos tienen tanta importancia como los hechos, amplifica el atractivo del libro, que se intensifica para cualquier persona interesada en el proceso editorial.

Para quien no lo esté, puede abordarse sencillamente como el homenaje a una editorial que tiene entre sus méritos no solo haber publicado un sólido fondo de literatura técnica y científica, sino también ese monumento que es el Diccionario Ideológico de Julio Casares.