«He estado escribiendo la misma historia durante semanas». Lo dice Philip Seidel, alter ego de Stephen Dixon, en Una cosa lleva a la otra, uno de los 31 relatos de estas hermosas Historias tardías. El concepto de relato se confunde con el de capítulo, porque este libro bien podría considerarse una novela episódica, inconexa, que en efecto ilustra esa poética del bucle que la extraordinaria Interestatal llevaba al extremo, y que consiste en invocar el eterno retorno de lo mismo, la obsesiva repetición de lo irrepetible, enfocada a cada suspiro con un objetivo de alcance distinto, desde un ángulo de visión nuevo, siempre vertebrado alrededor de la pérdida de un ser querido. Si en Interestatal era la muerte de una hija, aquí manda la de la esposa, cuyo perfil reverbera en el de la propia esposa de Dixon, que murió de complicaciones por una esclerosis en el 2009 y que ya estaba presente en otra de sus novelas, His wife leaves him.

Esa muerte, transformada en duelo, atraviesa todos los cuentos, funcionando a la vez como hilo conductor, motor narrativo, desagüe emocional y centrifugador de tiempos, recuerdos, proyecciones e historias posibles. Dixon sustituye la dolorosa agresividad experimental de algunas de las soluciones retóricas de su novela más célebre por una transparencia engañosa, no exenta de sus juegos metaficcionales con el lector, que siempre se abre a explorar una posibilidad y su antónimo, una deriva fantástica, una ensoñación fantasmagórica, bajo un pulso realista que nos haga entender la experiencia de su protagonista como último objetivo de su práctica literaria -a la que dedica lúcidas reflexiones- en una suerte de exorcismo empático.

Así las cosas, cada relato se concentra o se despliega sobre la tensión que emerge entre los retruécanos y las estrategias de la literatura y la fidelidad a un naturalismo que pertenece al ADN del relato clásico norteamericano. Si, por un lado, Dixon es capaz de resumir la historia del matrimonio de Philip, invirtiendo su temporalidad, en el espectacular par de folios de Esposa en reversa, brilla con igual esmero en La sacristía cuando emplea varias páginas para explicar, con todo lujo de detalles, lo mucho que le cuesta a su protagonista salir de casa para asistir a una representación teatral. Dixon imagina qué ocurriría si su alter ego fracasara en su intento de rehacer su vida con una mujer 35 años más joven que él en Lo que es, para luego versionar el éxito de esa relación en Lo que no es, integrando en ambos casos los diálogos en el flujo del texto, haciendo que lo negativo y lo positivo -o lo real y su deseo- sean plano y contraplano de un mismo retrato psicológico.

El sofisticado entramado intertextual de estos hermosos relatos nunca aplasta la honestidad autobiográfica que respiran. Sería una pena que la obra de este prolífico escritor (con más de 30 novelas y 14 libros de relatos en su haber) siguiera oculta a los ojos de los lectores más curiosos. Sus traducciones nos llegan felizmente desde Argentina, pero aún queda mucho Dixon por cortar en España. ¿Alguien se anima a recuperar su obra? Los que le hemos leído necesitamos que esa historia de nunca acabar que se muerde la cola una y otra vez sea contada desde otro prisma, con otra luz, para siempre.

'HISTORIAS TARDÍAS'

Stephen Dixon

Eterna Cadencia