Título: ‘Resurrección’

Autor: Leon Tolstoi

Editorial: Reino de Cordelia

Traducción: Víctor Andresco

En medio de la jungla editorial y de tanta mediocridad como nos invade no es malo, de cuando en cuando, tornar la vista al pasado.

Si de los orígenes de la novela contemporánea hablamos, miremos entonces hacia aquellas inabarcables y como detenidas en los tiempos feudales, hacia aquellas pintorescas y nevadas Rusias de Dostoievski, Turguènev, Gorki, Chèjov o Tolstoi... Estando este último de particular actualidad debido a la reciente aparición de una nueva y muy hermosa edición de una de sus grandes novelas, Resurrección, felizmente rescatada por el sello Reino de Cordelia y exquisitamente traducida por Víctor Andresco.

En Resurrección, Tolstoi nos sumerge en los laberintos de la naturaleza humana, ofreciéndonos, al mismo tiempo, una pintura vívida y veraz de su tiempo, ¡largo y tumultuoso, sí, aquel tiempo suyo!, toda una época de contradicciones y cambios que le tocó vivir.

La novela es como un gran paseo por la sociedad rusa. A partir del personaje de una desdichada prostituta, Màslova, cuya vida podría resumirse en un rosario de calamidades, el autor nos invitará a conocer los entresijos del sistema penal zarista, sus juzgados y cárceles, sus acusadores, testigos, jurados y jueces, incluidas, muy documentalmente, las pesquisiciones policiales y el estado de la ciencia forense en aquel último tramo del siglo XIX.

En su postrero año, concretamente, pues Resurrección, la última de las grandes novelas del ciclo tolstoiano, con Guerra y paz y Ana Karenina, vería originalmente la luz en 1899.

En la descripción de toda esa corte de los milagros que eran los juzgados moscovitas, ujieres, mendigos, carceleros, presidiarios, prostitutas, empresarios, funcionarios, gentes y personajes de toda índole, acusados de cualquier condición y color procedentes de los más lejanos e ilocalizables rincones de Rusia, es donde la mano, la pluma de Tolstoi brilla con un gran colorido y precisión.

Su dominio de la escena sólo es comparable a la variedad e intensidad de sus diálogos, a través de los cuales todo vicio, cualquier virtud humana afloran en las justas medidas de las acciones a las que son referidas.

Asimismo, en el personaje del latifundista Nejliúdov, antiguo enamorado de Màslova, Tolstoi refleja algunas de sus grandes dudas respecto a la propiedad de la tierra y su explotación. Terrateniente él mismo, Tolstoi practicó al final de su vida una suerte de renuncia personal, obligándose a vivir como un campesino más y a compartir su manera de vivir y las duras labores del campo.

De esas experiencias, y de su pensamiento religioso, casi místico, con un nuevo y muy particular sentido de la trascendencia se nutrirá Resurrección como de un rico alimento, invitándonos a reflexionar sobre algunos de los grandes misterios del destino del hombre.

Una novela intensa, sustancial, que nos propone un viaje a la Rusia de los zares, pero también otro, paralelo y no menos interesante, al corazón de la mujer y del hombre.