No hay muchas primeras novelas que puedan equipararse en sabiduría constructiva con esta de la escritora afroamericana Regina Porter, ni tampoco en el equilibrio entre la carga de denuncia política y la esmerada edificación de un mundo novelesco vasto y detallado. Híbrido de novela de familia y novela río, 'Lo que sembramos' abarca medio siglo de vida americana a través de numerosos miembros de varias generaciones de una misma familia. Cada capítulo cambia de época y de personaje focal, unas veces para presentar vívidamente una escena, otras para ofrecer sumarios temporales que compendian extensos periodos a través de sucesos significativos. Así arranca la novela, con un espléndido capítulo que abarca la vida de 'Pez Gordo' James desde sus cuatro años (1946) hasta sus casi 70 (2009), rodeado por sus nietos Elijah y Winona. El cambio de óptica narrativa, del gran angular a la mirada telescópica, junto al vaivén temporal y la noria de personajes pueden desconcertar al principio, pero la escritora brinda la lista de 'dramatis personae'—no en casual que Porter se diera a conocer como dramaturga— junto a la indicación de los años en cada capítulo para que el lector pueda orientarse.

De ese modo, lo que parece una estructura laberíntica se revela poco a poco como un mecanismo de acceso a la vida histórica y mental de Agnes Christie, una mujer afroamericana que, en los atropellos y reveses padecidos, no deja de ser representativa de la mayor parte de las mujeres negras en los Estados Unidos. Agnes se casó con un veterano del Vietnam, Eddie Christie, después de que un traumático abuso policial la obligara a dejar a su novio Claude. El episodio, que la marcó para siempre, está narrado sin truculencia, con la impecable objetividad que requieren las atrocidades incomprensibles. Agnes y Eddie se instalaron en el Bronx y tuvieron dos niñas, Beverly y Claudia, cuyo nombre nunca supo su padre que era un doloroso homenaje a Claude. A su vez Claudia, que se hizo experta en Shakespeare, se casaría con Rufus, hijo de 'Pez Gordo' James y especialista en Joyce. A este tronco familiar confluyen otras dos familias, la de los Applewood, primos de Eddie y compañeros suyos en Vietnam, y la del banquero Camphor, cuya esposa Barbara tuvo una relación adúltera con 'Pez Gordo' de la que nació Hank. Estos son los hilos básicos de una maraña en la que juega un papel central y discreto Eloise, la selvática amiga de infancia de Agnes que supo romper con las coerciones que le imponía su raza y su condición de lesbiana.

Todo este batiburrillo de nombres y conexiones adquiere densidad y veracidad en la escritura dinámica de Porter, de modo que acaba configurando un retrato inquietante de las exclusiones, vejaciones y coerciones que ha tenido que sufrir la comunidad negra en el último medio siglo. El único libro que leyó Eddie toda su vida, una y otra vez, fue una obra de teatro absurdo: 'Rosencratz y Guildenstern han muerto'. La pieza de Tom Stoppard funciona como una clave de lectura, puesto que del mismo modo que la historia de Hamlet se cuenta a través de estos dos amigos condenados a la muerte, la Historia norteamericana reciente es vista a través de este manojo de actores secundarios condenados al olvido. Regina Porter es una digna heredera de Toni Morrison y Maya Angelou, una de las nuevas voces que, como la de Ta-Nehisi Coates en 'Entre el mundo y yo', alertan sobre una sociedad enferma de racismo estructural.