Se debería asumir como principio narrativo que toda distopía está al servicio de algo superior a sí misma, y que las sociedades del futuro alienadas y al borde del colapso proporcionan un escenario, un contenedor diseñado para el transporte de una idea. El estado colectivista de Oceanía donde se desarrolla la distopía más famosa de la literatura del siglo XX, la adivinatoria 1984 de George Orwell, es un lugar -no solo geográfico- donde el autor británico construye una historia sobre el totalitarismo, la manipulación de las masas y el concepto de verdad. Lo cual no quiere decir que el escenario sea secundario. Los lectores de Orwell difícilmente olvidan los elementos constitutivos del Estado represor, el Ministerio del Amor, la Policía del Pensamiento, el Gran Hermano. Forma parte del poder de la distopía.

Un futuro hogar para el dios viviente (Siruela), de la estadounidense Louise Erdrich, eleva este principio a la décima potencia, si acaso tiene sentido el símil matemático. Digamos que lo tiene: el escenario está primorosamente diseñado para acunar la idea. Es el futuro y la acción de la naturaleza se ha detenido. La evolución ha llegado a su fin y ha empezado algo terrible: la involución genética. El ser humano, en fin, ha iniciado la lenta marcha atrás. Aunque no tan lenta: los acontecimientos se precipitan, el pánico cunde, el caos se propaga, el Estado se desmorona, la comida escasea. He aquí el escenario. ¿Qué historia está diseñado para transportar? La de una mujer embarazada. ¿Y qué idea viaja en el contenedor? La de que damos por sentado algo que tiene los ingredientes de un milagro. La procreación. El embarazo. La continuidad del ser humano.

El artefacto narrativo de la escritora estadounidense -National Book Award del 2012 por La casa redonda- está al servicio de la reflexión sobre el embarazo. No es lo único, pero allí apuntan todos los focos. El libro tiene la forma de un diario que la protagonista -Cedar Hawk Songmaker, una indígena ojibwe adoptada y criada por una pareja blanca de Minneápolis- escribe a su futuro hijo, alternando la descripción de un mundo al borde del abismo en el que las gestantes, convertidas en un bien de interés público, detentoras del poder para salvar a la especie, son perseguidas, detenidas y llevadas a centros de gestación controlada, con sus reflexiones sobre el embarazo y los sentimientos que suscita. Casi toda la novela la protagonista se dedica a huir, y toda la novela se dedica a ir en pos de su futuro hijo. El presente incierto y el porvenir oscuro estrechan los lazos entre la mujer y el destinatario de su relato.

Un futuro hogar para el dios viviente podría ser vista como una novela sobre cosas que les ocurren a las mujeres, pero semejante reduccionismo pasaría por alto el carácter universal de asuntos como la supervivencia -la individual y la colectiva-, la identidad, la evolución genética y el diario y milagroso acto de perpetuación de la especie. ¿Y si un día no fuera lo normal? Entonces escribiríamos una novela como esta.

‘UN FUTURO HOGAR PARA EL DIOS VIVIENTE’

Louise Erdrich

Siruela