En su estreno como escritora la periodista Pepa Bueno narra la historia de José Mari y Víctor, a los que ETA dejó huérfanos en el atentado contra la casa cuartel de Zaragoza, en el que también murió su hermana pequeña. Más de tres décadas después, la onda expansiva llega hasta el presente y alcanza sus vidas cotidianas.

En 'Vidas arrebatadas. Los huérfanos de ETA' (Planeta), Bueno relata la vida de esos niños que quedó "absolutamente detenida" con el atentado, la pesadilla con la que los protagonistas "se van a la cama cada día y que sigue siendo real cuando despiertan" y "cómo el paso del tiempo de un trauma no curado no descarga sino que carga sobre las espaldas un mayor peso", señala en una entrevista con Efe.

El 11 de diciembre de 1987, José Mari, de 13 años, y Víctor, de 11, vivían con su familia en la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza cuando a las seis de la mañana el edificio voló en pedazos. Solo quedó en pie una pared en la que se apoyaban las camas de los niños que, tras la explosión, despertaron sobre los escombros sin saber que su madre, su padre y su hermana, de 7 años, acababan de morir.

"Las víctimas son cada una un mundo. Esta es la historia de José Mari y Víctor y no quiero extrapolar. Cada uno ha metabolizado el dolor de una manera, hacen una disección emocional distinta de lo que les pasó", precisa la periodista.

Pesadilla

Una historia "que merecía la pena contarse", porque "mientras nosotros como sociedad estábamos saliendo de la pesadilla ellos todavía estaban viviendo un mundo de pesadilla", asegura Bueno, a quien lo que más le sorprendió al hablar con ellos es "cómo la onda expansiva de ETA llega hasta la actualidad".

Otra cosa que también le llamó mucho la atención es "lo ajeno que ellos vivieron a todo esto, cómo dos victimas de un atentado tan atroz han crecido tan solos y en su desamparo no encontraron lo que necesitaban", afirma la directora de Hora 25 en la Cadena Ser.

"Es una herida no curada con la que han ido por la vida sin reparar en ella y determinando toda su vida. No es un cuento con final feliz", subraya.

Aunque en los años 80 España daba "pasos agigantados hacia la modernidad", la periodista pone de relieve cómo los dos hermanos "se encontraron de repente a la intemperie" sin explicaciones ni psicólogos.

Al orfanato

Su nueva vida iba a ser muy dura. Los abuelos maternos, que ya no viven, decidieron enviarlos al orfanato de la Guardia Civil, lo que vivieron como "una hecatombe emocional". "A ellos y, particularmente a Víctor, les desarraiga de todo su mundo conocido".

Y de allí a su ingreso en la Guardia Civil. "Visto desde los ojos de hoy también nos parece increíble", señala la escritora, que explica que para Víctor era la posibilidad de dejar el orfanato y para José Mari era seguir su vocación aunque "luego se demostró que fue tremendo y peligroso". Cayó en el alcohol y todavía hoy arrastra trastornos de ansiedad y de agorafobia, entre otros.

Lo más importante para Bueno mientras escribía era que los protagonistas se reconociesen en el libro. "Eso me torturaba bastante y la verdad que ha sido muy emocionante saber que se reconocen", aunque admite que es pronto para saber si han encontrado consuelo después de contar su historia.

Las motivaciones de uno y otro eran distintas. Mientras José Mari llevaba mucho tiempo madurando su dolor y creía que merecía la pena contarlo, Víctor entendía que podía ser una manera de ayudar a su hermano a salir del agujero en el que estaba metido, pero "se encontró bien hablando y halló un hilo del que tirar para explicarse su propia vida".

Cuándo se le pregunta si se puede pasar página ya, la periodista afirma rotunda que sí, pero advierte: "Para pasar página hay que haber leído la página enterita".

Cambio en el País Vasco

En el País Vasco "el cambio es espectacular, afortunadamente. ETA dejó de matar con un coste altísimo en muertes y en vidas arrebatadas y eso cambió todo", apunta Bueno, que da la bienvenida a las instituciones y a hacer política "a quiénes soportaron o ampararon a la banda terrorista".

"Ahora, el proceso interno de una sociedad que ha convivido tanto tiempo con ese clima de violencia no se resuelve en 4 o 5 años. Una parte de ese mundo tiene un recorrido ético que hacer, necesitamos un relato compartido que diga que secuestrar y matar fue dramático, trágico y horroroso", advierte.

Aunque entiende que a los jóvenes el pasado, aunque reciente, les parezca remoto, reconoce que le gustaría que alguno leyera su libro "y tuviera por lo menos las claves básicas para entender lo que nos ha pasado".

"Cuando nos pasan cosas terribles y no levantamos suficientemente la voz, algún día nuestros hijos nos preguntarán qué hacías tu mientras eso ocurría", apostilla.