Mohamed El Morabet, nacido en Alhucemas y residente en Madrid desde el 2002, presentó en la librería Antígona el sábado su primera novela, Un solar abandonado (Sitara), en la que aborda el viaje de Ismael Atta de Madrid a Alhucemas para asistir al entierro de su abuela.

-¿Escribir en castellano es una respuesta a que su lengua materna, el amazigh, sea oral?

-Es un acercamiento más que una respuesta. Quiero decir, empecé a escribir para mejorar mi español, ese era el objetivo inicial, y luego sí que había elementos a los que mi lengua materna no me permitía acercarme a través de la escritura así que opté por el español que, al fin y al cabo, es mi lengua.

-En su novela se habla de la soledad colectiva y se siente, ¿qué importancia tienen los silencios en la vida?

-Si imagino las 24 horas al día de un personaje pienso que pasa mucho porcentaje de su vida en silencio y ese hecho para mí es fundamental trabajarlo desde el punto de vista narrativo. Quise ser fiel a ese porcentaje relevante de silencio del día a día de cada uno de nosotros y transmitirlo a través de la novela. Además, los silencios permiten abrir cauces de interpretación diferentes, los silencios por naturaleza son polisémicos por lo que admiten cualquier interpretación y permiten una interacción con el lector, que este pueda llenar esos silencios con su propia interpretación.

-¿Es una invitación al lector introducirse en la novela?

-La novela es un permanente juego y diálogo con el lector. De hecho, la lectura está muy presente en la novela, hay pasajes en los que trato la lectura casi como un objeto de deseo con el que el protagonista, Ismael Atta, resiste. Es una plataforma de resistencia ante esa soledad.

-Literatura dentro de la literatura...

-Es que yo no concibo la literatura fuera de la literatura, sin ese juego cervantino de historias dentro de historias. La novela moderna nace con ese juego, es indisociable, no puedes disociar la novela moderna desde Cervantes hasta el día de hoy dejando de lado ese juego de narración dentro de la propia narración.

-¿Huir es una necesidad?

-Huir es una necesidad. Creo en huir en el sentido de que buscas tu espacio para la reflexión, hoy en día puedes huir un par de días desconectándote, por ejemplo de las redes sociales, es una forma de desconexión. Para mí, huir es dedicar tiempo a la reflexión que es lo que más me interesaba dejar reflejado en la novela. Pero respondiendo a tu pregunta, sí, soy partidario de que hay que huir y practicar la huida porque es otra forma de viaje que puede ser interior o exterior pero no deja de ser una forma de viaje.

-En su novela, el protagonista, Ismael Atta se pregunta cómo debe comportarse una persona cuando regresa a casa después de 8 años de ausencia. ¿Tienes una respuesta?

-No tiene la respuesta y ni siquiera la busca… si te das cuenta la frase siguiente es ‘ningún manual me ha advertido de esto’. Y no dice ningún libro porque no hay respuesta a esa pregunta que es lo que hace atractiva la vida. El hecho de que no haya una respuesta permite tener ganas de vivir más e ir en busca de esa respuesta. En definitiva, es el viaje que hace Ulises a Ítaca.

-Cuando leía su novela pensaba que eran las inseguridades de cada uno las que al final te hacen avanzar...

-Exacto, las inseguridades nos acompañan y además son un aliciente para que sigamos adelante. A mí me da mucho miedo la gente que tiene las ideas claras porque tener las ideas claras es como un suicidio prematuro, lo suyo es no tenerlas para ir en busca de respuestas.

-Vuelvo a su novela, «el olvido a veces equivale al descanso».

-El olvido, no sé si en esa frase concreta, pero equivale a la muerte, de hecho, el inicio de la muerte empieza con el olvido.

-Ismael Atta se da cuenta de que la existencia es finita con la muerte de su abuela.

-Se acerca a ella a través de la muerte de su abuela y a causa del viaje él se plantea muchas cosas, la muerte es el detonante de todo el viaje y de su reflexión.

-Siento ser insistente pero volvemos a las inseguridades...

-Saber que la vida se acaba es una contradicción pero es deliciosa en el sentido de que no hay más que aceptarla y seguir adelante. No hay ninguna receta que pueda responder a eso más que vivir y aceptar esa contradicción y su fuerza.

-Un solar abandonado es su primera novela, ahora que ya se ha introducido en este mundo, ¿va a continuar por este camino?

-Sí, sí, sí… tengo ya una novela medio avanzada. Yo concibo Un solar abandonado como un viaje iniciático de Ismael Atta pero es un viaje literario en el que de forma soterrada estoy yo detrás. De hecho, en el último capítulo, Dos meses, más o menos lo dejo claro en la frase final: ‘Allá voy’.