Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936) presentó ayer en Madrid su última novela, 'Tiempos recios' (Alfaguara), en la que regresa al universo de 'La fiesta del chivo' a través de algunos de sus personajes, que sirven para establecer un vínculo del horror entre los distintos entramados políticos y las dictaduras de los países latinoamericanos durante el siglo XX.

En esta ocasión, el Nobel de Literatura se centra en Guatemala (entre 1940 y 1959) y en toda la red de conspiraciones que dieron lugar al derrocamiento del presidente Jacobo Árbenz tras el golpe militar de Carlos Castillo Armas y el posterior asesinato de este último en circunstancias poco claras.

Para Vargas Llosa estos acontecimientos marcaron un punto de inflexión en el desencanto de la juventud latinoamericana del momento. Así, si en 'Conversación en La Catedral' latía la pregunta ¿en qué momento se jodió el Perú?, en 'Tiempos recios' el escritor parece querer abarcar un poco más el espectro para analizar en qué momento se jodió América Latina.

Evidentemente, un país no se jode en un día, comentaba en la multitudinaria rueda de prensa que tuvo lugar en la sede de Casa América. América Latina ha sufrido un proceso de descomposición desde tiempos inmemoriales. La independencia estuvo mal llevada y de eso se dio cuenta incluso Simón Bolívar cuando vio que sus generales querían ser dictadores de los países que liberaban. Esto ha sido una lacra durante décadas. Pero el fracaso de Latinoamérica también es nuestra responsabilidad ahora.

En ese sentido, el escritor quiso reivindicar la figura de Jacobo Árbenz, convertido en una figura trágica, la de un hombre que quería sacar del feudalismo a su país implantando una serie de reformas, como la agrícola, que pusieron en peligro la supremacía de la todopoderosa compañía bananera United Fruit, que comenzó a expandir el bulo de que Guatemala se estaba convirtiendo en el punto de entrada del comunismo en Latinoamérica. Por esa razón, terminó en el exilio, y con la destitución de su Gobierno, arruinada la esperanza de conseguir un país más moderno.

En efecto, las 'fake news' existían ya por aquel entonces, desde el momento en que, ya fueran las grandes compañías o incluso los gobiernos, empezaron a utilizar la maquinaria publicitaria para manipular a la opinión pública.

REVOLUCIÓN E IMPERIALISMO

En este caso, se dice que la CIA estuvo implicada en toda esta trama y para Vargas Llosa es la razón por la que, en esa época de guerra fría, 'macarthismo' y fiebre anticomunista, se creó un efecto contrario a partir del asesinato de Castillo Armas, empujando a los jóvenes a creer en la revolución socialista para luchar contra el imperialismo. Por eso la novela, se cierra precisamente con Cuba, Fidel Castro y el Che Guevara, y su radicalización, que para Vargas Llosa abrió un periodo terrible de terrorismo que continuó aislando a América Latina de la modernización y la apertura democrática.

Cuenta el Nobel que la idea de comenzar a escribir esta novela se la dio el periodista Tony Raful, que le contó en una cena que el General Rafael Leónidas Trujillo había estado vinculado con la muerte de Carlos Castillo Armas y que fue su esbirro, Johnny Abbes García (que ya apareció en 'La fiesta del chivo') el brazo ejecutor. Esa historia le intrigó y sin darse cuenta comenzó a tirar del hilo, a investigar esta relación entre Trujillo y Armas que estaba muy bien documentada a través de numerosos estudios.

Esto es una novela, no un libro de historia, por eso hay muchos elementos de ficción y detalles imaginados, continuó el escritor hablando de su proceso compositivo. La novela y la historia han tenido desde siempre una relación muy próxima. Hay una teoría que dice que la novela ha conseguido llevar la historia al gran público. Hay hechos básicos imposibles de alterar, pero otros en los que la libertad del novelista a la hora de crear ha de ser total. Digamos que investigo para mentir con conocimiento de causa.

Para Vargas Llosa resulta fundamental escarbar en el pasado para discernir con claridad sobre los problemas del presente. Por eso resulta inevitable conectar muchos de los temas de 'Tiempos recios' (el título procede de una frase de Santa Teresa) con el panorama actual, con la posverdad, las intrigas políticas y las dictaduras ideológicas, convirtiéndose además en un arma de reflexión en torno a la dignidad humana y política, la libertad y la democracia. Una democracia que ha calificado de imperfecta en buena parte de los países latinoamericanos, impregnada de populismo y demagogia, pero afortunadamente, dice, alejada de la imagen odiosa, detestable y retrógrada de las dictaduras militares que ya iniciaron su proceso de extinción.