El 25 de abril de 1928 la escritora y crítica de arte Margarita Nelken (Madrid, 1894-Ciudad de México, 1968) impartió la conferencia Goya y las mujeres en el Casino Mercantil de Zaragoza, dentro de las actividades programadas para conmemorar el primer centenario de la muerte del artista. La obra de Goya -a quien Nelken dedicó su primer artículo sobre los frescos de San Antonio de la Florida en la revista The Studio de Londres, en 1909-, y la relación entre el arte y la mujer, fueron los asuntos de su charla. No iba a descubrir nada nuevo, dijo, pues su propósito era insistir en cómo Goya representó a las mujeres y la modernidad con que lo hizo. Destacó las obras dedicadas o influidas por la duquesa de Alba y, cómo no, aludió a la devoción del artista por la Virgen del Pilar. Margarita Nelken fue también invitada a colaborar en el número monográfico que la revista Aragón publicó en abril de 1928. Con el título de El modernismo de Goya insistió en la contemporaneidad de su obra que debía entrar en los museos de arte moderno. El Prado sin Goya sería absurdo; pero no lo sería menos el Museo Romántico y el Museo de Arte Moderno, afirmó: «¿Goya entre dos épocas?». Se mostró convencida de que hasta ocho lustros de España habían nacido de Goya, precisamente aquellos en los que «nos reconocemos al enfrentarnos con la España de hoy». La vida, escribió Nelken, iba dictando y el pintor obedeciendo al dictado. Sobre sus pinturas y grabados no tenía duda, Goya siempre fue un artista maduro: «Goya, el Goya que conocemos, surgió ya hecho, y su modo de enriquecerse fue un continuo, sistemático y severísimo despojo» para llegar a lo esencial, «aun tan más allá que nosotros», y tan rico en posibilidades «de hoy en adelante en toda la pintura».

No extraña la invitación de la revista Aragón a Nelken. Lo que llama la atención es la que se hizo a un grupo de alumnas de clases de historia de la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza que compartieron sus reflexiones con las de catedráticos, presidentes, licenciados o académicos, y las del escritor Ramón Gómez de la Serna y del entonces alumno José Mª Abizanda Ballabriga. Manuel Marín Sancho, director de la revista, hizo las presentaciones en su artículo A Goya, en el primer centenario de su muerte: «En estas páginas que siguen, se esboza un estudio serio, concienzudo, de este tema que debió preocupar a nuestros laboratorios de Arte. Tras él ha de venir el trabajo reposado, minucioso, de los investigadores zaragozanos que han de plasmar en el primer intento científico que del arte ibero se realiza. Sin duda, la Facultad de Historia de Zaragoza, ha de dar vida a una iniciativa de uno de sus mejores antiguos alumnos, mi fraternal amigo don Manuel Sánchez Sarto, que propuso la creación de un Seminario de estudios goyescos, y que no se me alcanzan las razones de por qué a estas fechas no funciona». Por cierto, ¿qué hay de la Fundación Goya y de sus proyectos de investigación, más allá de exposiciones coyunturales? En fin, mejor regresamos a 1928 y a la posibilidad que se brindó a un grupo de alumnas para escribir sobre Goya, su obra y su contexto. No desaprovecharon la oportunidad, como ahora veremos.

Elena Villamana y Aniana Baeza titularon su artículo: La mujer y la moda en tiempos de Goya. En los periódicos de la época encontraron numerosas sátiras contra la moda y el lujo. De lo leído concluyen: «Como creían que la moda en la mujer debe ocupar un lugar importante, pues sea por su propensión natural o por lo poco cultivados que tenían sus talentos» fueron víctimas de cruel ensañamiento del que, señalan, supieron defenderse con gracia dejando malparados a los hombres «culpándoles de gustar lo que más critican». Al igual que la moda, el lujo fue tema de discusión de moralistas y economistas: «a él atribuían la escasez de matrimonios y culpaban a las mujeres de él, únicamente a las mujeres». Y qué mejor que acudir al dramaturgo Ramón de la Cruz, amigo de Goya, a quien Villamana y Baeza consideraban «defensor del feminismo, es decir, de la independencia de la mujer, de que puede por sí misma subvenir a sus necesidades sin tener que recurrir al matrimonio como medio único de hacerlo». Las mujeres fueron tema principal de los sainetes del dramaturgo que no dudó en defenderlas de los continuos ataques de los hombres, por lo que citas no faltan. Sobre la moda: «El hombre es un animal tan animal que desea ser engañado y así más mérito con cualquiera tiene una beldad fingida que verdadera». Sobre el matrimonio, asunto que también ocupó y preocupó a Goya, escribió en Las mujeres defendidas: «Estas niñas aspiran a ser casadas en todo el mundo las más; pero por nuestra desgracia, en España todas, pues no dándonos en España aplicación a las artes ni al comercio por las vanas ideas de que envilece el trabajo y de que ensalza la ociosidad, es preciso recurso de las muchachas agarrarse al primer hombre que quiera echarse la carga».

‘Feminismo’

Nada vindicativo es el artículo Indumentaria goyesca de Mª Cruz Villacampa centrado en señalar la posibilidad que el tratamiento de la indumentaria en las obras de Goya ofrece para documentar la época en que fueron realizadas. Ahí queda su aportación que acompaña de la trascripción de un artículo sobre trajes de época publicado en el Correo de Madrid o de los Ciegos.

¿Cómo trató Goya a la mujer?, se preguntaron Carmen Latorre, Mª Teresa Santos y Aurora García Giménez en su artículo Feminismo. Para dar respuesta a la cuestión inicial recurrieron también a los escritos de Ramón de la Cruz y a su defensa de la mujer, y de paso dejaron clara su posición: «Tienen que convencerse (los que no lo estén ya) de que la mujer tiene un espíritu igual, si bien más escrupuloso que el del hombre y una inteligencia tan clara, influida además por el sentimiento. Esto no es solo privilegio de la mujer moderna, pues siempre estuvo dotada de él, pero la sociedad en que vivía no le permitía cultivarlo». Pese a todo, notifican, hubo mujeres que, aunque vituperadas por los hombres, se dedicaron a la literatura y «como siempre sucedió y sucede, no les cabía en la cabeza que de un cerebro de mujer brotasen frases tan bellas (...) Pero las mujeres siguieron escribiendo». Y concluyen: «Continúan combatiéndonos, pero quieran o no, somos imprescindibles.

Sea este Visor a la memoria de Margarita Nelken y, en especial, de las alumnas Elena Villamana, Aniana Baeza, Carmen Latorre, Mª Teresa Santos, Aurora García Giménez y Mª Cruz Villacampa, cuya historia se ha desvanecido.