¿Por qué escribir con mayúscula si no se habla con mayúsculas?, preguntó Franz Roh en su libro Foto-Auge (1929). En torno a aquel año, José Borobio (Zaragoza, 1907-1984) comenzó a utilizar las minúsculas con una caligrafía de letras redondeadas y acento infantil que encajaba con el humor inocente de los dibujos que enviaba a las publicaciones Gutiérrez, Buen Humor o al diario Abc, durante sus años de estancia en Madrid, entre 1925 y 1931, mientras cursaba estudios de Arquitectura. Según las ideas racionalistas, la letra minúscula facilitaba eliminar lo superfluo para destacar el contenido, y José Borobio, que participa de los nuevos lenguajes, decidió emplearla también para firmar proyectos arquitectónicos, dibujos y pinturas murales, rótulos y tarjetas publicitarias. Porque José Borobio supo conciliar su faceta de humorista con la de arquitecto, proyectista de murales decorativos, cartelista o diseñador de mobiliario... como ha estudiado Mónica Vázquez Astorga, que le dedicó su tesis doctoral editada por la Delegación del Gobierno en Aragón, y a la que remitimos. De la misma autora es el estupendo ensayo Cafés de Zaragoza. Su biografía, 1797-1939, publicado por la Institución Fernando el Católico, en el que, por supuesto, atiende a la aportación fundamental de los hermanos Borobio a la historia de los bares en la ciudad.

Un año antes de finalizar su formación e incorporarse al estudio de arquitectura de su hermano Regino Borobio (Zaragoza, 1895-1976), José Borobio participó en el proyecto de reforma interior y de fachada del café-restaurante Salduba, en el nº 6-7 de la Plaza de Constitución, actual Plaza de España, que se inauguraría el 2 de abril de 1931. Desde la calle se accedía, a través de una puerta giratoria, al gran salón-café que daba paso al comedor, situado al fondo. Una escalera conducía al piso superior con nuevos salones y dependencias. En las paredes de la planta baja se colocaron placas de uralita donde José Borobio, con la colaboración de los hermanos José y Mariano Codín, pegaron los cinco murales pintados al óleo sobre lienzo que representaban, con una estética decó, escenas relacionadas con el ambiente de un café moderno. Borobio firmó en minúsculas, y los Codín, en mayúsculas.

El Salduba

Semanas más tarde, el 23 de abril, se presentó en el Centro Mercantil el III Salón de Humoristas. José Borobio, además de diseñar la portada del catálogo, presentó nueve dibujos, entre ellos el boceto de uno de los paneles del Salduba, que fue calificado de sintético y futurista. En el Salduba, además de celebrarse bodas, bautizos y comuniones, se daba cita la modernidad de la ciudad atenta a los conciertos diarios y a la música de jazz, a cuyo ritmo bailaban y se movían los personajes de los murales que Borobio pintó para recibir a una clientela ávida de novedades. Perspectivas forzadas, puntos de vista altos, geometrización de las formas reducidas a sus líneas esenciales, colores vibrantes... se conjugaban en un alarde de vitalidad, expresión de un tiempo marcado por el deseo de libertad que llegó con la proclamación de la Segunda República. El Salduba la celebró. Tal fue el éxito que sus dueños decidieron ampliarlo en 1933. El despacho de los Borobio volvió a encargarse de la reforma que, tal como señala Mónica Vázquez, consistió en definir claramente las funciones: la cafetería en la planta calle y el comedor en la principal. Además se abrieron dos estancias nuevas: el Salón Jardín y el Salón de las Cinco Estaciones, comunicados entre sí y con la cafetería.

El Salón Jardín ocupaba un patio interior cubierto con cristaleras traslúcidas y decorado al fresco con pinturas de plantas y animales, de colores chillones. El Salón de las Cinco Estaciones se dividía en dos espacios decorados al fresco con escenas propias de cada una de las cuatro estaciones, a las que Borobio, fascinado desde temprana edad por todo lo que se moviera -automóviles, avionetas, ferrocarriles...- , añadió la representación de la Estación del Norte. Su firma en minúscula compartió espacio con la de Codín Hermanos, en mayúscula. En 1939 el Salduba volvió a reformarse. Cerró el 10 de septiembre de 1959.

Alaska y Abdón

En 1933, el estudio de Regino Borobio realizó la reforma de fachadas y espacios interiores del Café Alaska y del Bar Abdón. La renovación de ambos locales pretendía dar respuesta a las nuevas necesidades desde planteamientos arquitectónicos acordes con las últimas tipologías de este tipo de establecimientos, que los Borobio pudieron conocer a través de las fotografías que ilustraban las revistas especializadas internacionales a las que estaban suscritos. Sobriedad compositiva, espacios diáfanos, luminosidad y ventilación, fueron las principales señas de identidad del Alaska y del Abdón. El espacio del primero, situado en el Paseo de la Independencia nº 8, se ordenó en un amplio salón con capacidad para 108 mesas. Las paredes se pintaron al óleo y el techo al temple en tonos suaves. Nada que ver con el impacto decorativo que singularizó al Salduba. Todo en el Alaska era neutro, como la solución de la fachada, con dos ventanas a cada lado de la puerta giratoria, simple de concepción y ornamentos, para ceder la atención a la relación entre los materiales empleados. Jose Borobio diseñó el mobiliario y, como ya había hecho para el Salduba, la tarjeta publicitaria. El Alaska cerró el 1 de abril de 1960.

Frente al Alaska, el Café Abdón ocupaba desde 1915 la planta baja del nº 3 del Paseo de la Independencia. En 1933 su dueño José Abdón Latorre encargó a los Borobio la reforma del local que consistió en ordenar el espacio en dos zonas: la de la entrada, de dimensiones más amplias, con la barra y algunas mesas; y la del fondo, a la que se accedía mediante escaleras, habilitada para permanecer más tiempo. Como el Alaska, el Abdón destacó por su sobriedad en la disposición interior, cuyas paredes también se pintaron al óleo y los techos al temple; y por el rigor compositivo de la fachada, libre de ornamentación reducida a la relación que los Borobio establecieron entre los materiales: vidrio, mármol, carpintería metálica y zinc. De José Borobio son los diseños del mobiliario y del rótulo en neón. Cerró a mediados de los 40.

En febrero de 1936 el estudio Borobio recibió el encargo de instalar la Cervecería Los Espumosos en la planta baja del nº 28 de Paseo de la Independencia. La sobriedad y funcionalidad determinaron las soluciones adoptadas en fachada y espacio interior. Permaneció abierto hasta febrero de 1982.

Tras la guerra, los bares dejaron de ocupar atención en el despacho de los Borobio.