Uno de los datos más relevantes y llamativos del reciente CIS es que uno de cada tres encuestados no tiene decidido a quién votará el próximo 10 de noviembre, sin olvidar que solo un 67,3% afirma que acudirá a las urnas con total seguridad mientras otro 11,5% dice que probablemente lo hará. En esas condiciones es mucho más relativa la cuestión de reparto de escaños que tanto difiere del resto de encuestas privadas. A favor del organismo que dirige José Féliz Tezanos está el acierto en las últimas elecciones generales y en su contra, el clamoroso fracaso con las autonómicas andaluzas.

Hay que señalar que, por cuestiones de tiempo, el último macrosondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas no refleja la repercusión social derivada de las sentencias del procés y el traslado de la momia de Franco. Y todo, en una época en la que aceptamos como «hechos» lo que solo son interpretaciones parciales de datos moldeados a conveniencia de cada emisor. Quizá sea como consecuencia del hastío, pero es obvio que nos hemos acostumbrado a mensajes cada vez más sesgados.

Con la campaña exprés ya en marcha, veremos si de verdad es electoralmente rentable y para quién polarizar el discurso y hasta qué extremo. Además de ser una táctica inflamable e irresponsable, no está claro que sea eficiente, cuando el mismo CIS refleja que el 79% de los entrevistados descalifica la situación política.

Otro factor a considerar será el tono que se emplee en la campaña y la fatiga que puede causar en la ciudadanía el exceso de histrionismo. Algo que, por ejemplo, ya ha aprendido Pablo Casado, cuya moderación del lenguaje puede estar entre las causas por las que el PP previsiblemente recuperará gran parte de la representación perdida. No dicen lo mismo los pronósticos de Albert Rivera, que apunta a desplome gordo. Quizá sea una asociación de ideas todavía en mantillas, pero a ratos empieza a ser inevitable recordar el no demasiado lejano caso de Rosa Díez y la burbuja de UPD.

Y luego están los debates que nos esperan (zzzzzzz). Falta saber si (otra vez más) no van a pasar de ser una refriega encorsetada entre líderes que evitan las cuestiones de fondo, algo que tiene que ver con lo que Andrea Greppi llamaba «estancamiento por dispersión», o si de verdad se centrarán en argumentos, soluciones y un correcto uso de las herramientas institucionales. Hagan sus apuestas. H *Periodista