Se fueron las voces en el patio

pero se quedó el olor a tierra mojada,

que me recuerda que así es la vida:

que hay veces que te da lo que quieres

y otras en las que se lleva algo

cuando le estás dando la espalda.

Hoy he vuelto a recordar

las carreras entre el trigo,

las bicicletas sin frenos,

las horas bajo la lluvia

y los resfriados del día siguiente.

Me han venido a la memoria

el olor a lentejas para comer

y el recuerdo de la merienda

esperando, con paciencia,

encima de la lumbre.

He vislumbrado las gotas de rocío

sobre los árboles que se mecían

tranquilos,

soñolientos,

esperando la tormenta que estaba por venir.

Que llegaría y arrastraría todo a su paso

y a mí me haría regresar corriendo,

dejando la bici tirada de cualquier forma

y pensando que, al menos,

hoy me ahorraría el tener que limpiarla.

He pensado en el color amarillo,

en las voces en mi ventana

que me despertaban antes de lo esperado.

El desayuno con visitas

y las noches por nuestra cuenta

que se nos hacían demasiado largas.

He vuelto a revivir en mi piel

las verbenas de los pueblos.

El de oca a oca sin perderse ni una,

los bailes de canciones horteras

que se pegaban hasta en los huesos,

y los escalofríos de una mirada

que acompañaba todos los acordes.

Hoy me ha dado por recordar todo esto,

y me he dado cuenta de que ha pasado mucho tiempo,

que hace como un siglo de todo aquello,

y que lo guardo bajo llave para que no se me pierda.

Pero esa llave a veces se esconde,

y no me deja llegar a ellos tanto como quisiera.

y eso me entristece

y me deja amarilla como el campo,

esperando que llegue la lluvia

tanto como espero no perder nunca ese baúl.